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invitó don Bosco también a algunos señores de la
aristocracia turinesa, entre ellos al conde
Próspero Balbo. Rehusaba éste su asistencia,
alegando su dureza de oído, que le impedía tomar
parte en la conversación. Insistió don Bosco
diciendo:
-Le necesito para que haga compañía a los
príncipes Czartoryski.
((**It18.156**)) Al oír
este nombre, despertóse en el viejo Conde el
recuerdo del antiguo compañero de armas. El año
1848, en el asedio de Peschiera (Verona -Italia),
combatía junto a los piamonteses una legión de
voluntarios polacos a cuyo mando iba el príncipe
Ladislao Czartoryski, padre de Augusto. Allí se
habían encontrado los dos con el grado de
tenientes de artillería. El deseo de volver a
encontrarse con un tan distinguido camarada, hizo
olvidar al Conde su sordera. Y el encuentro no
pudo ser más cordial y expansivo. Los recuerdos y
la evocación de hechos gloriosos animaron durante
mucho rato la conversación general de la mesa. Don
Bosco estuvo escuchando hasta que, llegado el
momento oportuno, tomó pie para hablar él también
de las luchas sostenidas contra los adversarios de
sus obras, esto es, contra el enemigo de las almas
y con los acredores. Augusto, que le escuchaba con
interés, preguntóle si pensaba enviar Salesianos a
Polonia.
-Hay que hacer algo, observó el Príncipe
Ladislao, para impedir la corrupción de la
juventud. Con la moralidad se va también el
espíritu nacional.
-Cierto, repuso el hijo; don Bosco quedará muy
contento de Polonia y encontrará allí muchas
vocaciones.
-Iremos, iremos también hasta vosotros, afirmó
don Bosco con acento de seguridad, después de
haberse quedado un momento pensativo.
->>Pero cuándo?, le preguntaron.
-Cuando tengamos personal preparado, respondió.
La dificultad de la lengua no será pequeña; pero
también esto se arreglará.
Después de un momento de silencio, dijo don
Juan Bautista Francesia al Príncipe Augusto con su
típica sencillez y fino gracejo:
-Mire, señor Príncipe, hágase usted salesiano y
don Bosco abrirá en seguida una casa en Polonia.
Hubo sonrisas, intercambiáronse todavía algunas
palabras sobre el tema y se pasó a otra cosa. Pero
tres comensales continuaron pensando en ello: don
Bosco, el Príncipe Ladislao y su hijo. El padre
había conocido a don Bosco en París, en el palacio
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Lambert, como ya hemos dicho; pero no había visto
nunca una casa salesiana y tenía la idea de que la
Congregación Salesiana era una institución muy
modesta.
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