Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.139**) Causó admiración el trabajo en papel transparente de una enorme corona de laurel, fantásticamente iluminada, en la que aparecían entrelazados en sus ramas los nombres de todas las casas de don Bosco. Al final don Bosco hubo de limitarse a demostrar su agradecimiento con un amplio gesto de brazos y una sonrisa de inefable ternura. El Cardenal no pudo asistir en esta ocasión porque tenía que presidir las ceremonias del Corpus Christi; pero, a las cinco de la tarde, quiso visitar a don Bosco y estuvo dos horas con él. Los Hermanos de América calcularon bien su tiempo y pudieron llegar en el momento oportuno con sus cartas. Resulta conmovedor leer aquellas expresiones verdaderamente filiales; como testimonio de ello deberemos repetir lo ya dicho en otro lugar. íSe ve claramente que el recuerdo de don Bosco vivía perenne en sus corazones y ello bastaba para mantenerlos unidos, animarlos en las dificultades y suscitar en ellos una santa porfía de apostolado! A ciertos hombres providenciales Dios los hizo poderosos, no sólo en obras y en palabras, sino que, además, les dotó de atractivos para ganarse el amor de sus ayudantes y subordinados. Parece que hasta María Auxiliadora se complaciera desde el cielo en alegrar todavía más tan fausto día. Don Faustino Confortóla, que había sido Director de la Casa de Florencia y se encontraba destinado en Roma, estaba a la muerte, víctima de oclusión intestinal. Llegó el día veintitrés un telegrama pidiendo una bendición y oraciones para el enfermo. ((**It18.153**)) Don Bosco respondió telegráficamente que rezaba y hacía rezar. El día veinticuatro por la mañana llegaba otro telegrama de don Francisco Dalmazzo que decía: <>. El médico que ya lo creía muerto, cuando lo vio de pie junto a su lecho, exclamó: -He aquí un fenómeno que la ciencia no sabe explicar. Por aquellos mismos días se informó a don Bosco de otro hecho en el que se vio la intervención de María Auxiliadora. Una espantosa erupción del Etna había sembrado el terror en las muchas poblaciones que vivían tranquilamente asentadas en las laderas del famoso volcán. El pueblo más amenazado fue Nicolosi, municipio con casi cuatro mil habitantes. Se calculaba que la lava corría por aquella vertiente entre cincuenta y sesenta metros por hora. Invadía pinares, castañares y terrenos cultivados y los dejaba abrasados y destruidos. Los habitantes habían abandonado sus casas. En tan terrible situación, las Hijas de María Auxiliadora de Catania y Agira escribieron a don Bosco, rogándole les sugiriera algún (**Es18.139**))
<Anterior: 18. 138><Siguiente: 18. 140>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com