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De no haberse celebrado el Corpus Christi el
jueves siguiente, veinticuatro, el Colegio de
Borgo hubiese elegido aquel día para su paseo; por
otra parte, aquella fiesta no impidió que el
Oratorio celebrara el día onomástico de don Bosco.
Les había parecido a los Superiores que don Bosco
deseaba que aquel año se hiciera la fiesta de san
Juan más lucida que de costumbre. Alguno de los
motivos lo intuyeron ellos; ((**It18.150**)) otros
los comprendieron después. El Oratorio, desde que
se había puesto en vigor el nuevo sistema de la
doble dirección, no marchaba tan bien como se
hubiera deseado, sobre todo en la sección de
estudiantes; para levantar de nuevo debidamente la
vida de familia habría contribuido ciertamente una
bonita fiesta. que acercara más aún los muchachos
a don Bosco y a sus superiores. Otro motivo era la
presencia de personajes extranjeros que habían
asegurado a don Bosco que estarían presentes para
participar en ella; convenía, por tanto, dar a la
fiesta una solemnidad que satisficiera a los
huéspedes, llamara su atención y les diese una
demostración práctica de una característica de la
vida salesiana, que es una alegre vida de familia.
Conociendo, pues, la intención del Santo, no se
ahorró nada para secundarla debidamente y, según
dijeron los presentes, todo resultó a las mil
maravillas y satisfizo plenamente a todos.
De improviso presentóse en el Oratorio, hacia
las dos de la tarde de la víspera, un personaje
que nadie esperaba, cuando la casa presentaba ya
el alegre aspecto de las circunstancias: era el
Presidente de la república peruana con su hijo.
Iba de viaje a París y quiso aprovechar el breve
tiempo de una parada en Turín para visitar a don
Bosco y el Oratorio. El clérigo Viglietti que
hablaba con desparpajo el español, les hizo de
cicerone. Padre e hijo se entusiasmaron y
mostraron su deseo de volver para poder observarlo
todo con más calma; entre tanto, rogaron
piadosamente a don Bosco que pensase en una
fundación en su país. Nuestro Santo era conocido
en Perú por la biografía de D'Espiney, traducida
en el 1884 por el padre Luis Torra. La expectación
general del Perú, lo mismo que la de todas las
repúblicas americanas, se debía especialmente a
las escuelas profesionales para los hijos del
pueblo. Los Salesianos fueron a Lima tres años
después de la muerte del Santo.
Se marcharon los peruanos y llegaban otros dos
huéspedes, a quienes se esperaba con verdadero
deseo; eran don Joaquín de Font, secretario de la
Asociación de los Católicos de Barcelona, y
((**It18.151**)) el
conde de Villeneuve Flayosc, presidente de las
Asociaciones agrícolas del sur de Francia. Los dos
señores se sentaron a ambos lados de don Bosco en
la acostumbrada velada de la víspera, como
representantes
(**Es18.137**))
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