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((**Es18.137**) De no haberse celebrado el Corpus Christi el jueves siguiente, veinticuatro, el Colegio de Borgo hubiese elegido aquel día para su paseo; por otra parte, aquella fiesta no impidió que el Oratorio celebrara el día onomástico de don Bosco. Les había parecido a los Superiores que don Bosco deseaba que aquel año se hiciera la fiesta de san Juan más lucida que de costumbre. Alguno de los motivos lo intuyeron ellos; ((**It18.150**)) otros los comprendieron después. El Oratorio, desde que se había puesto en vigor el nuevo sistema de la doble dirección, no marchaba tan bien como se hubiera deseado, sobre todo en la sección de estudiantes; para levantar de nuevo debidamente la vida de familia habría contribuido ciertamente una bonita fiesta. que acercara más aún los muchachos a don Bosco y a sus superiores. Otro motivo era la presencia de personajes extranjeros que habían asegurado a don Bosco que estarían presentes para participar en ella; convenía, por tanto, dar a la fiesta una solemnidad que satisficiera a los huéspedes, llamara su atención y les diese una demostración práctica de una característica de la vida salesiana, que es una alegre vida de familia. Conociendo, pues, la intención del Santo, no se ahorró nada para secundarla debidamente y, según dijeron los presentes, todo resultó a las mil maravillas y satisfizo plenamente a todos. De improviso presentóse en el Oratorio, hacia las dos de la tarde de la víspera, un personaje que nadie esperaba, cuando la casa presentaba ya el alegre aspecto de las circunstancias: era el Presidente de la república peruana con su hijo. Iba de viaje a París y quiso aprovechar el breve tiempo de una parada en Turín para visitar a don Bosco y el Oratorio. El clérigo Viglietti que hablaba con desparpajo el español, les hizo de cicerone. Padre e hijo se entusiasmaron y mostraron su deseo de volver para poder observarlo todo con más calma; entre tanto, rogaron piadosamente a don Bosco que pensase en una fundación en su país. Nuestro Santo era conocido en Perú por la biografía de D'Espiney, traducida en el 1884 por el padre Luis Torra. La expectación general del Perú, lo mismo que la de todas las repúblicas americanas, se debía especialmente a las escuelas profesionales para los hijos del pueblo. Los Salesianos fueron a Lima tres años después de la muerte del Santo. Se marcharon los peruanos y llegaban otros dos huéspedes, a quienes se esperaba con verdadero deseo; eran don Joaquín de Font, secretario de la Asociación de los Católicos de Barcelona, y ((**It18.151**)) el conde de Villeneuve Flayosc, presidente de las Asociaciones agrícolas del sur de Francia. Los dos señores se sentaron a ambos lados de don Bosco en la acostumbrada velada de la víspera, como representantes (**Es18.137**))
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