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((**Es18.136**) caminando con don Juan Bautista Lemoyne, se acercó un pajarillo y empezó a volar delante de él y a dar saltitos en el suelo. Después dio un vuelo y se posó sobre su hombro derecho. Dio luego otro vuelo, giró por el aire y descendió para colocarse sobre su hombro izquierdo. Por fin, se elevó a lo alto y desapareció. También él, como se lee de otros santos, miraba con ojos bondadosos las criaturas de Dios. En el mes de noviembre de 1887, un día, durante la comida, se sintió el zumbido de un moscardón. Don Bosco preguntó qué era aquello. Algunos se acercaron a la ventana para enterarse y le dijeron que una araña había atrapado una mosca y la envolvía entre sus hilos. -íLibrad a esa pobrecita!, exclamó con viva ansiedad. -Espere que veamós cómo termina, repuso uno. ((**It18.149**)) -No, no; no me gusta eso, si no la libráis vosotros, voy yo, me causa mucha pena. Y aunque estaba sin fuerzas y necesitaba de alguien para ponerse en pie, hizo ademán de quererse levantar. Mas, para darle gusto, se liberó en seguida a la mosca. Padecía molestias también durante el sueño. Algunas noches soñaba con monstruos que lo atacaban: veía gatos que se convertían en leones, y serpientes que se cambiaban en demonios. Una noche empezó a gritar y llamar constantemente a Viglietti. Este, que dormía pared por medio, no se atrevía en principio a despertarlo; pero después, temiendo que aquellos gritos y agitación pudieran perjudicarle, entró en su habitación y lo despertó. -Gracias, querido Viglietti, le dijo entonces; me has hecho un gran favor. íTengo unos sueños que me espantan y me cansan mucho! El día veintiuno de junio le hicieron una agradable visita los doscientos treinta alumnos del colegio de Borgo San Martino, acompañados por sus superiores, como premio a la buena conducta que habían observado durante el curso escolar. Atravesaron las calles de la ciudad, formados en fila de a cuatro en fondo, y admiraron a todos por su orden y buen porte. En el Oratorio llamó la atención su docilidad y buena educación. Don Bosco los vio a todos reunidos en el salón de estudio, donde escuchó la lectura de algunos saludos. Y respondió a sus demostraciones de cariño con mucha ternura, diciendo que él quería mucho a aquella casa, su segunda hija. Don José Lazzero escribía, aludiendo a esta visita 1: <>. 1 Carta a monseñor Cagliero, Turín (>>5 de julio?), 1886. (**Es18.136**))
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