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caminando con don Juan Bautista Lemoyne, se acercó
un pajarillo y empezó a volar delante de él y a
dar saltitos en el suelo. Después dio un vuelo y
se posó sobre su hombro derecho. Dio luego otro
vuelo, giró por el aire y descendió para colocarse
sobre su hombro izquierdo. Por fin, se elevó a lo
alto y desapareció.
También él, como se lee de otros santos, miraba
con ojos bondadosos las criaturas de Dios. En el
mes de noviembre de 1887, un día, durante la
comida, se sintió el zumbido de un moscardón. Don
Bosco preguntó qué era aquello. Algunos se
acercaron a la ventana para enterarse y le dijeron
que una araña había atrapado una mosca y la
envolvía entre sus hilos.
-íLibrad a esa pobrecita!, exclamó con viva
ansiedad.
-Espere que veamós cómo termina, repuso uno.
((**It18.149**)) -No,
no; no me gusta eso, si no la libráis vosotros,
voy yo, me causa mucha pena.
Y aunque estaba sin fuerzas y necesitaba de
alguien para ponerse en pie, hizo ademán de
quererse levantar. Mas, para darle gusto, se
liberó en seguida a la mosca.
Padecía molestias también durante el sueño.
Algunas noches soñaba con monstruos que lo
atacaban: veía gatos que se convertían en leones,
y serpientes que se cambiaban en demonios. Una
noche empezó a gritar y llamar constantemente a
Viglietti. Este, que dormía pared por medio, no se
atrevía en principio a despertarlo; pero después,
temiendo que aquellos gritos y agitación pudieran
perjudicarle, entró en su habitación y lo
despertó.
-Gracias, querido Viglietti, le dijo entonces;
me has hecho un gran favor. íTengo unos sueños que
me espantan y me cansan mucho!
El día veintiuno de junio le hicieron una
agradable visita los doscientos treinta alumnos
del colegio de Borgo San Martino, acompañados por
sus superiores, como premio a la buena conducta
que habían observado durante el curso escolar.
Atravesaron las calles de la ciudad, formados en
fila de a cuatro en fondo, y admiraron a todos por
su orden y buen porte. En el Oratorio llamó la
atención su docilidad y buena educación. Don Bosco
los vio a todos reunidos en el salón de estudio,
donde escuchó la lectura de algunos saludos. Y
respondió a sus demostraciones de cariño con mucha
ternura, diciendo que él quería mucho a aquella
casa, su segunda hija. Don José Lazzero escribía,
aludiendo a esta visita 1: <>.
1 Carta a monseñor Cagliero, Turín (>>5 de
julio?), 1886.
(**Es18.136**))
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