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((**Es18.135**) embargo, no perdía nunca su presencia de espíritu. Una vez que respiraba muy afanosamente, dijo sonriendo: ->>No se podría encontrar en Turín un buen fabricante de fuelles? Los necesitaría para respirar. El día de María Auxiliadora, en un momento en que estaba oprimido por la multitud, casi sin aliento y con mucha dificultad para tenerse en pie, volvióse al secretario y le susurró al oído, con afectado aire de misterio: ->>Quién sabe si se podrían dar dos buenos puñetazos con devoción? Una noche le acompañaba Viglietti a su habitación para el descanso y le manifestó su miedo de haber aligerado demasiado la ropa de la cama y que pudiera pasar frío durante la noche. -Bueno, le respondió; puedes ponerme los zapatos como cubrepies. Son naderías, si se quiere, pero que revelan aquella su habitual tranquilidad interior, que no perdió jamás con los sufrimientos físicos o molestias exteriores. El día siete de junio por la tarde, dijo a Viglietti que hiciera preparar el coche, porque quería reanudar los paseos diarios, que le habían prescrito los médicos. Se dirigieron aquella tarde a la avenida de Rívoli y, una vez pasado el fielato, se apeó ((**It18.148**)) para caminar un poco. Habló de varias cosas, entre otras, de aquellos que tienen en las Congregaciones el cargo de tesoreros, que hacen, como él dijo, el papel de Judas en el colegio apostólico, y advirtió cómo éstos muy a menudo acaban prevaricando. Por aquellos días se comentaba el escándalo dado por el Ecónomo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. -Y, por esto, siguió diciendo, es por lo que desde el principio de mi carrera hice voto de no llevar jamás dinero en el bolsillo; apenas va llegando, ya sé en qué emplearlo. Siempre estoy cargado de deudas y, sin embargo, tiramos adelante. Otra tarde, volviendo a hablar de administración material, hizo esta observación: -Cuando entran en nuestras casas señores que antes fueron ricos, que proceden de alta estirpe, que han desempeñado algún cargo o empleo en la sociedad, pero que han decaído de su anterior situación, no hay que dedicarlos nunca a administradores de lo nuestro sino a sirvientes o simples secretarios. También se dan en la vida de don Bosco casos de criaturas irracionales que se amansaban con el Santo. En uno de aquellos paseos, (**Es18.135**))
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