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de una casa salesiana en El Cairo. El Vicario
Apostólico, monseñor Sogaro, y el Delegado
Apostólico, monseñor Chicaro, habían escrito al
Ministro, pidiéndole que fueran los Salesianos; el
Gobierno italiano ya había pensado anteriormente
en don Bosco para este objeto, por conocer muy
bien lo que él hacía y saber por experiencia que,
cualquier empresa que él asumiera, la llevaba a
cabo hasta el final; el Gobierno daría, en mano,
una cantidad importante a título personal,
conservando el más riguroso silencio sobre todo
ello y dejando a los Salesianos plena libertad de
acción, sin que tuviesen que depender de nadie; el
Ministro solicitaba la apertura de una escuela lo
antes posible; esto es, a principio del próximo
curso o, a más tardar, en febrero del 1887.
Pero don Bosco, tras hacer constar que el
Gobierno, cuando se hicieron las gestiones para
Patagonia, no había cumplido sus promesas,
concluyó:
-Ahora se dice que es cosa segura; pero >>no
hay peligro de que Di Robilant cese en el
Ministerio? Si esto sucediere, todo se iría a
tierra.
Don Francisco Dalmazzo respondió que no había
probabilidad de cambio respecto a aquel proyecto;
que había la seguridad de que Malvano ((**It18.142**))
continuaría como Director General de Asuntos
Exteriores, aunque cambiara el Ministro; que,
además, se trataba de algo conforme a las miras
del Gobierno, y no de un solo Ministro.
Don Bosco dijo:
-Me inclino a aceptar y enviaré a El Cairo
algunos Salesianos, en cuanto pueda. Por
consiguiente, hay que buscar un <>
1, que vaya a El Cairo, vea y haga las gestiones
pertinentes. Dígase que procuraremos abreviar el
tiempo de nuestra ida; pero que no debemos chocar
con Propaganda Fide, de la que no podemos
desentendernos. Mientras tanto, no hablemos de la
ayuda que el Gobierno nos prestaría. Os digo
sinceramente que esta misión es uno de mis planes,
es uno de mis sueños. Si yo fuera joven, tomaría a
don Miguel Rúa y le diría: <>. Con tal
motivo se podría poner un noviciado en la parte
del Mar Rojo. Pero es necesario que Propaganda no
se oponga a los Salesianos. Don Francisco Dalmazzo
tiene que hacer saber al comendador Malvano,
hablando como por pasatiempo con él, cuántos
italianos, abandonados a la ventura, hay en
América del
1 Quería decir, en forma alegre, un hombre
hábil que supiera actuar con acierto.
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