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CAPITULO V
DESDE MARIA AUXILIADORA
HASTA
LA ASUNCION:
DON BOSCO EN EL ORATORIO
Y EN PINEROLO
LA fiesta de María Auxiliadora adquiría cada año
mayor popularidad y se extendía más. El año 1886
hubo gran concurso de fieles durante la novena,
muy grande, en la vigilia y, extraordinario, en el
día de la solemnidad. Y, con el número, crecía
también la verdadera devoción. Predicó el mes de
María y la novena el salernitano reverendo
D'Antuono, y dijo que había predicado en iglesias
mayores y ante mayor aglomeración de fieles, pero
que no había visto nunca tanto recogimiento y
tanta piedad.
La presencia en Turín de varios Obispos,
recientemente consagrados, favoreció el esplendor
de las distintas funciones religiosas, que se
desarrollaron durante todo el día veintitrés con
tanta solemnidad que daba la impresión de que era
el día de la fiesta; los pontificales de la mañana
y de la tarde contribuyeron a dar aquella
impresión, dado que, además, era domingo. Don
Bosco celebró en el altar de san Pedro. Asistió a
su misa una compacta multitud de personas y le
ayudaron el Presidente general de la Unión
Católica Obrera y el Presidente de la sección de
San Joaquín. Los socios de esta última habían
acudido en corporación para dar gracias a María
Auxiliadora por el viaje feliz de su Presidente
honorario. Por la tarde se celebró, dos horas
antes de las vísperas, la conferencia salesiana.
Don Bosco había dejado correr la idea de que
hablaría él; ((**It18.140**)) pero a
última hora le faltaron las fuerzas y encargó de
ello a don Juan Bonetti. El se quedó en el
presbiterio, contemplado sin parar con emoción por
los asistentes, en aquella su postura de
recogimiento y postración. Al hacer la colecta,
ocurrió un episodio verdaderamente singular. Un
obrero que, a fuerza de codazos, había logrado
acercarse a él, depositó en sus manos diez
escudos, diciéndole:
-Hace seis meses que estoy juntando estos
ahorrillos; recíbalos para sus muchachos pobres.
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