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((**Es18.124**) Don Bosco le contestó que su hijo curaría y que, ((**It18.135**)) cuando él pasara por Grenoble, le ayudaría a misa. Y así sucedió. Se refieren también a este paso por Grenoble, dos cartas escritas a don Bosco en enero de 1888 por quien debía ignorar el estado en que entonces se encontraba el Siervo de Dios. En la primera, que es del día dieciséis, la señora Susana de la Brosse pide un favor espiritual; pero, antes de empezar su petición, le recuerda un favor temporal que ya había conseguido de él. <>. La segunda carta está fechada el día veinticinco y es de un joven muy pobre que se llama Mario Faure: le envía como oferta el óbolo de un franco y veinticinco céntimos y le dice que, habiendo salido de una enfermedad, se encomienda a sus oraciones para que pueda encontrar trabajo. Y, para que caiga en la cuenta de quién es él, le recuerda algunas circunstancias de la audiencia que le concedió en Grenoble, a saber, que él es aquel pobre muchacho jorobado al que recibió en su habitación en el Seminario, antes de ir a celebrar la misa en la iglesia de San Luis, y que tenía a su madre enferma y que el Siervo de Dios le regaló una medalla para ella, recomendándole que dijera todos los días hasta el final del año esta oración al Sagrado Corazón de Jesús: <>. Jaculatoria muy fácil de recordar, recomendada quizá al ver los pocos alcances de la persona. El asegura que hizo siempre la oración, pero no dice nada sobre su madre. Nosotros entendemos que su deseo era poner de manifiesto el rasgo de bondad, con que don Bosco lo recibió en un momento tan intempestivo, lo escuchó y lo consoló, siendo tan pobrecito, como si se tratara de un gran personaje. Y ahora vengamos al epílogo. El día once de mayo, Viglietti había escrito a don Juan Bautista Lemoyne desde Valence: <((**It18.136**)) y que salude a los demás superiores del Oratorio y a todos los muchachos y que les diga que el sábado, a las seis de la tarde, espera verlos a todos gozando de buena salud>>. Esta noticia, después de tan prolongada ausencia y de haber pasado tanta inquietud por su preciosa salud, durante un viaje tan ajetreado, llenó de gran alegría a todos en el Oratorio. Llegó cuando faltaba poco para las siete. Imposible describir el entusiasmo general cuando lo vieron aparecer en la portería. Pero aquel primer entusiasmo se (**Es18.124**))
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