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en la estación y lo llevó a su casa. Estuvo
también presente a la cena el Ecónomo de la gran
Cartuja de Grenoble, que habló extensamente con el
Siervo de Dios. Aquel buen monje sabía muy poco de
don Bosco y menos aún de sus obras; pero Viglietti
logró catequizarlo tan bien en tan poco rato que,
al despedirse, prometió que se recordaría y abrazó
a todos con la más sincera cordialidad. Con su
recuerdo quería decir que, en la considerable
beneficencia que cada año hacía aquel hacendado
monasterio, habría algún margen ((**It18.128**)) para
don Bosco, y no fueron palabras al aire, pues, el
día treinta y uno de mayo, se presentó en el
Oratorio un monje de aquella abadía, el cual
llevaba a don Bosco, en nombre de su Prior,
cincuenta mil francos, con una carta impregnada de
benevolencia para con él, en la que el Superior se
ofrecía para prestarle cualquier servicio y
suministrarle todo socorro.
Al día siguiente, dio al Párroco un banquete en
su honor, convidando a muchos señores de la
ciudad, entre los cuales citaremos a Du Boys,
biógrafo de don Bosco, a quien ya hemos encontrado
en Tolón 1.
A continuación visitó a las religiosas de la
Visitación, a las Trinitarias y a las señoras que
trabajaban para los misioneros, repartiendo por
doquier consejos, consuelos y bendiciones. A las
ocho de la tarde, se celebró una conferencia en la
Catedral, que se abarrotó de público, pese a sus
amplias proporciones. Don Bosco cedió la palabra a
don Miguel Rúa, quien expuso la historia del
Oratorio y pasó después con Viglietti por toda la
iglesia recogiendo limosnas.
El día doce, lo mismo que el anterior, celebró
en la Catedral. Después del Evangelio, se sentó y
habló a un público muy numeroso, sobre la iglesia
del Sagrado Corazón de Jesús en Roma; y después se
repitió la cuestación, mientras don Miguel Rúa
distribuía, desde la balaustrada, una gran
cantidad de medallas de María Auxiliadora.
Concedió las audiencias que fueron posibles, y don
Bosco se retiró porque era inminente la hora de
partir. Daban las doce cuando salía de Valence,
camino de Grenoble, última etapa de don Bosco por
tierras de Francia; no solamente última en el
largo viaje descrito hasta aquí, sino también para
el resto de su vida.
La fama le había precedido en Grenoble. Los
sacerdotes y señores que salieron a recibirlo, en
vista de la expectación del público, habían
determinado llevarle desde la estación a la
iglesia de San Luis. Las calles y plazas cercanas
estaban rebosando de gente y el templo ((**It18.129**))
1 Vol XVII, pág. 197.
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