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alegró más que si se hubiera tratado de un rey de
España. En consecuencia, engalanaron el palacio,
prepararon un gran banquete en el salón principal
y la mejor habitación para el huésped. Don Juan
Ferrés describe así su impresión de entonces:
<>.
A su salida, quisieron acompañarle hasta
CerbŠre los señores Joaquín de Carles padre e hijo
con los dos hijos menores Emilio y Eduardo. La
visita fue breve, pero muy duradera la
correspondencia epistolar.
Dada la brevedad de la demora, no pudo hacer ni
recibir muchas visitas. Recibió, entre otros, al
Obispo, monseñor Tomás Sivilla, que fue al día
siguiente muy de mañana porque tenía gran deseo de
verle. Al observar el suntuoso alojamiento que le
habían preparado, dijo al señor Carles, que le
acompañaba:
->>Cómo, esta habitación para don Bosco?
A lo que él respondió:
-Excelencia, si hubiera tenido otra mejor, se
la habría preparado.
Se marchó a las ocho y media de la mañana. Toda
la ((**It18.121**))
familia del señor Carles quiso acompañarle hasta
Port-Bou, despidiéndose de él con las más
exquisitas demostraciones de reverencia y afecto.
Cuando se quedó solo con don Miguel Rúa y
Viglietti (don Juan Branda que le había acompañado
hasta allí también debió volverse), aceptó de
buena gana la comida que allí le había preparado
una buena señora, y tomó después en las horas de
la tarde el tren para Montpellier, desde donde
tenía intención de dirigirse a Italia, por la
línea más corta. Le urgía llegar pronto a Turín,
pues se aproximaba la novena de María Auxiliadora;
pero se había decidido que hiciera el viaje por
etapas, como lo aconsejaban sus condiciones
físicas.
Después de una hora de espera en Cette, que
aprovechó para saludar a una rica familia, siguió
a las seis y media el itinerario de la jornada,
cuya meta era Montpellier. Allí le esperaban, con
los brazos abiertos, el Rector del Seminario Mayor
y los demás superiores, que lo acompañaron a cenar
con los seminaristas.
La mañana siguiente, ocho de mayo, celebró la
misa de la comunidad; después dio audiencia a
numerosas personas que esperaban desde muy de
mañana a la puerta del Seminario.
Hacia las once, invitado por la Superiora, fue
a visitar a las religiosas
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