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La misma señora, al volver aquel día a su
domicilio visitó a la familia Figueras, en cuya
casa sabía que una de las hijas se encontraba
gravemente enferma con frecuentísimas hemorragias.
Contó lo que había visto y oído de don Bosco y
entregó a la madre de la enferma una medalla que
le había regalado el Siervo de Dios, recomendando
que tuviera fe y se la colocara al cuello de la
enferma. Pues bien, desde aquel momento, cesaron
para siempre las hemorragias.
Una prima de dicha señora sufría también, desde
hacía varios años, abundantes perdidas de sangre.
Al oír la maravillas de don Bosco, dijo un día
llena de fe, a quien le hablaba:
-Yo no necesito presentarme a él, me bastaría
oír su misa.
Y, en efecto, en cuanto pudo oírla, quedó
completamante curada 1.
Otros dos hechos se los refirió a Lemoyne don
Felipe Rinaldi, que los había oído a personas
dignas de crédito, ((**It18.109**)) cuando
él era Inspector en España.
Una señora, muy afligida por continuos abortos,
confió su pena a don Bosco. El Santo la consoló y
le dijo:
-Esté tranquila. De hoy en adelante, no será
así.
Cosa singular: tuvo aún siete hijos, todos
ellos llenos de vigor y vida.
El profesor Dalmau se presentó a don Bosco
acompañado de su esposa y sus hijos. La señora
llevaba en brazos un niño de uno o dos años. Padre
y madre le pidieron la bendición y encomendaron a
sus oraciones a los hijos para que fueran buenos
cristianos. Don Bosco alzó sus ojos al cielo,
estuvo un minuto en recogimiento y, después,
señalando a los más grandecitos, dijo sonriendo:
-A todos estos los haremos religiosos.
Y después, volviéndose al pequeñito, continuó:
-Y éste para don Bosco..
Los esposos no contaron a nadie aquellas
palabras, pero seguían atentamente el
desenvolvimiento de los acontecimientos: uno tras
otro los hijos mayores se fueron haciendo
religiosos en distintos Institutos, uno de ellos
entró en la Compañía de Jesús, y el más pequeño se
hizo salesiano.
También se cumplió exactamente otra predicción
de don Bosco. Se experimentaba en Sarriá la
necesidad de que fueran las Hijas de María
Auxiliadora; él mismo reconoció, sobre el lugar,
todas las conveniencias y un día vio que, cerca de
la casa, había una quinta bien cercada y dijo a
don Juan Branda:
1 Relación de la testigo Josefa Ferrea, viuda
de Pons, Barcelona, 18 de julio de 1909.
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