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al mismo tiempo, ciudadano bueno y honrado; que
puede hacerse un gran bien a la juventud pobre y
abandonada en todos los tiempos, sin chocar con la
corriente de la política, y siendo siempre buenos
católicos. El Papa, la Iglesia, el mundo entero
piensa en usted, en su Congregación y le admira; y
el mundo le quiere o le teme. No es usted sino
Dios, quien actúa en su Congregación. Su admirable
crecimiento, el bien que hace no tiene explicación
suficiente en las causas humanas; es Dios mismo
quien guía, sostiene, lleva a su Congregación.
Dígalo, escríbalo, predíquelo. Este es el secreto
que le ha hecho vencer todo obstáculo y todo
enemigo.
-Padre Santo, dijo don Bosco, no encuentro
palabras para agradecer las benévolas expresiones
con que se digna considerar a don Bosco y a sus
hijos. Le aseguro que siempre hemos hecho lo que
estaba a nuestro alcance para promover entre
nuestros muchachos y entre el pueblo el afecto, el
respeto, la obediencia a la Santa Sede y al
Vicario de Jesucristo. El poco bien que hemos
hecho lo atribuimos a la bendición y a la
protección del Papa.
-Y el Papa seguirá protegiéndole y
bendiciéndole. Y ahora dígame: >>está contento con
su Arzobispo? Ah, sí, añadió sonriendo, pensé
también en usted. Ya lo ve: el cardenal Alimonda
le quiere, le quiere mucho y esto me satisface; ya
lo sabía yo. Me ha escrito, haciendo un gran
elogio de su Congregación y rogándome le conceda
los privilegios. El Papa ha hecho un gran regalo a
Turín. Y yo estoy satisfecho de que el cardenal
Arzobispo le sostenga, le apoye, le proteja, sea
todo para usted.
-Sí, Beatísimo Padre, Turín debe estar y está
agradecida a Vos por haberle regalado tan gran
pastor. Y tampoco los Salesianos podían tener un
pastor más afectuoso.
((**It17.101**))
Mientras tanto el Papa, que por su temperamento
nervioso, necesitaba cambiar de posición y de
silla, se levantó y llamó a monseñor Macchi.
También don Bosco quería levantarse y cambiar de
silla.
-íNo, le dijo, usted no se mueva! íNo se
moleste! Ya lo hará monseñor Macchi.
Y, tan pronto como se retiró Monseñor, volvió
el Papa a arrellanarse en su asiento:
-Padre Santo, siguió diciendo don Bosco, las
concesiones anteriormente hechas por Pío IX ya han
caducado, y, en este momento, me encuentro
apurado. Pediría que me concediera de nuevo la
facultad de dar las cartas dimisorias a los
clérigos ordenandos, hasta que no sean concedidas
regularmente las concesiones mediante un Breve.
El Papa accedió por vía provisional.(**Es17.94**))
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