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A la una y tres cuartos entró don Bosco en la sala
del Papa. La puerta quedó abierta unos instantes.
Los camareros de honor, el camarero secreto
participante y el oficial de los guardias nobles
se acercaron a ella para observar cómo lo recibía
el Padre Santo. Resonó la voz del Pontífice tan
claramente que Lemoyne la pudo oír.
-íOh, don Bosco, dijo enseguida el Papa, cómo
está? Cómo va su salud? >>Y los ojos? Oigo decir
que no está muy bien.
Don Bosco, que se había arrodillado, besó su
pie: después pidió permiso para permanecer de pie,
porque, en aquella posición, no habría podido
resistir.
-De pie no, contestó el Papa, sentado.
Y le señaló una silla, que mandó acercar a
monseñor Macchi. Don Bosco dio las gracias a Su
Santidad y se sentó.
En presencia de León XIII, sólo ((**It17.98**)) el ya
difunto cardenal Caterini había tenido el
privilegio de estar sentado, porque frisaba los
noventa años. Monseñor Macchi no se había movido
todavía de su sitio. El Papa le dijo:
-Puede retirarse.
Al salir éste, los que estaban a la escucha se
echaron atrás. Ahora, siguiendo los apuntes de
Lemoyne y algunos datos tomados de las actas
manuscritas del Capítulo Superior, iremos
exponiendo detalladamente el desarrollo de la
audiencia.
El preludio del coloquio fue el tema de la
salud. León XIII, después de pedirle noticias al
respecto, dijo:
-Es absolutamente necesario que se cuide y no
escatime los medios necesarios para sostenerse y
recobrar sus fuerzas. Tenga cuidado de sí mismo
sin tantos escrúpulos. Deje de desgastarse en
adelante. Haga trabajar a los otros. Hace falta
que viva todavía, porque su vida no le pertenece a
usted sino a la Iglesia y a la Congregación que ha
fundado, la cual le necesita para obtener los
frutos que la Providencia de Dios quiere. Don
Bosco, usted es necesario. Su obra ha crecido y se
ha extendido. Italia, Francia, España, América,
los mismos salvajes reclaman su existencia. Usted
tiene hijos que seguirán su espíritu, pero ellos
estarán siempre en segunda línea detrás de usted.
No importa que, en este momento, no pueda
dedicarse a trabajar mucho. Su vida, su
existencia, su consejo son cosas necesarias, que
yo y todos sus amigos deseamos vivamente, a fin de
que pueda llevar a término las obras empezadas. Si
yo estuviese enfermo, usted haría, no lo dudo,
Bendición especial para colaboradores de la
iglesia y hospicio del Sagrado Corazón. 8.° A
todos los salesianos, alumnos y cooperadores. 9.°
Secretario (es decir, presentarlo al
Papa).(**Es17.92**))
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