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La piedad de los franceses se manifestaba también
de maneras singulares. El día veintidós de abril
por la mañana, algunos de ellos llevaron tres
amitos, para que don Bosco los empleara en la
celebración y los devolviera después, para
enviarlos a sacerdotes, que pedían desde Francia
aquel favor. Un día protestaron cinco señoras
diciendo que no cumplirían con Pascua, si él no
las confesaba, de suerte que las tuvo que
contentar.
((**It17.83**)) La
señora Berk Meda, fue a verlo la víspera de su
salida para Francia, le entregó una limosna y le
pidió la bendición. Don Bosco al despedirla, le
preguntó:
->>Vendrá todavía mañana a oír la misa?
-No; no podré venir, porque como tengo que salir
de Roma mañana por la tarde, tendré que emplear
las horas de la mañana para los preparativos del
viaje.
A la mañana siguiente, al repasar sus cuentas, vio
que le quedaba todavía una cantidad de dinero
superior a la que necesitaba y le dolió no haberle
dado más. Dominada por este pensamiento, aunque
había pasado ya la hora de la misa, alquiló
rápidamente un coche y corrió a ver a don Bosco a
quien por suerte encontró solo en su habitación.
Nada más verla entrar, le dijo:
-íOh, la señora Meda! Ya sabía yo que algo
sucedería.
-Verdaderamente yo no debería haber vuelto,
contestó la señora, pero he querido traerle un
poco más de dinero antes de marchar.
-No se olvide de esta venida, añadió el Santo,
porque se palpa de cerca lo sobrenatural. En este
momento, yo debería estar en el extremo opuesto de
Roma donde tenía una cita con un Cardenal para
después de la misa, con lo que yo no habría vuelto
a verla ni usted me habría encontrado. Pero, al
salir de casa, me detuvo en la puerta un acreedor
exigiendo que le pagara una deuda bastante
considerable. Le di cuanto tenía: vea usted mi
portamonedas abierto y vacío; no me quedó ni una
lira para tomar el coche. Pedí entonces a María
Auxiliadora que mandase alguien en mi ayuda; y,
mientras tanto, me puse a trabajar. Está usted
viendo que yo la aguardaba y sabía que vendría 1.
Y, como si no bastaran las audiencias y los
asuntos, recibía siempre muchas cartas, que
exigían contestación 2. Al fin de la ((**It17.84**))
jornada,
1 Carta de la señora a don Miguel Rúa 1891.
2 Abundaban las súplicas para obtener
condecoraciones. A primeros de mayo, escribía
Lemoyne a don Miguel Rúa: <(**Es17.80**))
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