((**Es17.777**)
Salesianos tenían una escuela elemental en la
calle de los Naranjos, fundada por don Bosco por
voluntad del Padre Santo y subvencionada por éste.
La escuela y la vivienda estaban en la primera
planta y, en la planta baja, bastante amplia,
cerca del pequeño pórtico de entrada, habían
colocado la capilla con dos altares. Vivía yo a
pensión en una casa cercana y acostrumbraba ir por
la mañana a oír misa en aquella capilla y, a
menudo también, a la bendición con el Santísimo
por la tarde, pues la oficiaban muy bien aquellos
religiosos a los que el pueblo había apodado los
curitas, ya fuera porque algunos eran bajitos de
talla, o porque eran muy jóvenes. En efecto, el
mismo director don Angel Rocca era muy joven.
Con él, a quien veía a menudo, entré pronto en
relación.
Cierta mañana, inesperadamente, me anunció que
me había inscrito entre los Cooperadores
Salesianos y me dio el librito de inscripción con
la firma autógrafa de don Bosco, por lo que le
quedé muy agradecido. Otro día se me acercó,
después de la misa y me dijo que, si podía esperar
un poco, vería a don Bosco de quien tanto había
oído hablar y cuya breve biografía, escrita por Du
Boys, había leído, pero nunca había tenido la
suerte de ver.
El estuvo en Roma una vez, durante los años que
habité allí, pero no tuve la suerte de serle
presentado, a pesar de que entre mis amigos había
quien lo conocía personalmente y de haber ido a
visitarlo en el monasterio de Torre de'Specchi,
donde se hospedaba. Uno de ellos, que lo había
ayudado económicamente para la fundación de
Sampierdarena y estaba entonces de paso por Roma,
después de ver a don Bosco, me refirió que le dijo
que había informado al Padre Santo en torno a las
voces siniestras que corrían en Roma sobre la
conducta (quiero creer de tiempos pasados) del
cardenal Antonelli y que el Papa había contestado
que, por desgracia, estaba enterado.
Recuerdo que, en aquellos días, la Voce della
verit…, pretendiendo ser más católica que el Papa,
hizo alusión, con palabras ambiguas y
amenazadoras, a la presencia en Roma de un cura
piamontés, que se suponía encargado de tratar de
la conciliación. íLos celadores querían imponerse,
si les salía bien la jugada, a un cura Santo y a
un Pontífice Santo!
Pero corto la charla que corre riesgo de
hacerse amarga.
((**It17.900**)) Al
entrar don Bosco en la casa de la calle de los
Naranjos, don Angel Rocca me presentó como un
Cooperador recién conquistado; yo me acerqué, besé
su mano y tuve por contestación una benévola
sonrisa. Sonrieron de la misma manera los dos que
le acompañaban, esto es, un sacerdote que
ciertamente era don Miguel Rúa, porque me quedó
grabada su fisonomía, y el caballero José Bruschi,
Director de Correos, que, a los pocos años,
ingresó en los Salesianos y más tarde murió
sacerdote en La Spezia. Después, todos juntos con
don Bosco subieron las escaleras.
No fue más que una aparición; pero el haber
conocido a un hombre, que ya era muy enaltecido y
ahora está ciertamente entre los bienaventurados
en el cielo, me pareció una gran fortuna, y, por
habérmela proporcionado, así como por haberme
inscrito entre los Cooperadores salesianos, doy
mis más rendidas gracias a don Angel Rocca donde
quiera que se encuentre.
Y como no es mi intención en estas charlas
quedar vinculado, como declaré al principio, al
orden de los tiempos, diré que, unos años después,
volví a ver y saludar a don Bosco.
Entonces los Salesianos habían dejado el barrio
y la calle de los Naranjos y se habían trasladado
a una casa levantada por ellos en la avenida
Garibaldi, con una iglesia aneja. Allí no tenían
solamente escuelas para externos, sino un
internado, algún taller y el oratorio festivo. La
población acudía a las funciones que se celebraban
(**Es17.777**))
<Anterior: 17. 776><Siguiente: 17. 778>