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sigue necesitando siempre los bienes materiales
para alimentarse, vestirse y trabajar.
Por eso, al tiempo que renuncia a todo lo que
tenía, se industria por agregarse a una sociedad
en la que pueda proveer a las necesidades de la
vida, sin tener en modo alguno el peso de la
administración temporal. >>Cómo debe, por tanto,
conducirse en sociedad en cuanto a lo temporal?
Las reglas de la sociedad proveen todo, de manera
que, practicando las reglas, queda satisfecha toda
necesidad. Un vestido, un trozo de pan deben ser
suficiente para un religioso. Cuando necesitase
más, avise a los superiores y se lo
proporcionarán. Pero aquí debe concentrarse el
esfuerzo de cada uno. Quien aporta un beneficio a
la Sociedad, hágalo; pero no se constituya en
centro independiente; esfuércese por actuar de
modo que haya una sola caja como debe haber una
sola voluntad. Quien procurase vender, comprar,
cambiar o guardar dinero para su propia utilidad;
quien hiciera eso, sería semejante a un labrador
que, al paso que los trilladores amontonan el
trigo, él lo desparrama y lo tira. En cuanto a
esto, debo ((**It17.896**))
recomendar que no se guarde dinero ni con el
aparente pretexto de sacar utilidad para la
Sociedad. Lo más útil para la Sociedad es la
observancia de las reglas.
El vestido, la habitación, los muebles y los
enseres de la misma no tengan nada que sepa a
lujo. El religioso debe estar preparado en todo
momento para partir de su celda y presentarse ante
su Creador sin que sienta abandonar nada...
XXII
El canónigo Belloni a don Bosco
El Osservatore Romano del 21 de agosto de 1935,
en un artículo anónimo titulado Una era de caridad
en Palestina, Abuna Antún Belloni, al hacer una
relación de la Obra del canónigo Belloni,
escribía:
>>Cómo perpetuar su obra? Creando la pequeña
Congregación de la Sagrada Familia. Pero,
queriendo asegurar mejor sus santas empresas, se
trasladó en 1878 a Turín para ver a don Bosco, a
quien ofreció su misma persona y su obra. Don
Bosco lo recibió con gran bondad y muestras
particulares y públicas de benevolencia, pero no
pudo condescender con sus santos deseos. Ahora no
puedo aceptar, decía, por falta de personal; irán
mis hijos más tarde. Y don Bosco fue profeta. En
efecto, en 1891, el primer Sucesor de don Bosco,
el Siervo de Dios don Miguel Rúa, condescendía a
las repetidas instancias de Abuna Antún Belloni y
enviaba a Belén algunos Salesianos e Hijas de
María Auxiliadora y así quedaba asegurada la
continuación y el desarrollo de aquellas obras.
XXIII (el original en francés)
La duquesa de Aremberg
En el volumen XVI, pág. 129, escribíamos que la
duquesa de Aremberg, el 23 de mayo de 1883,
solicitaba una audiencia de don Bosco. Ella había
visitado ya al Santo en Lille, en el convento de
las Clarisas, el día veinte de aquel mes. En los
archivos del
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