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B
Benemérita señora Condesa:
Aunque no pueda encontrarme con los que, el
viernes, rezan sobre la tumba de su llorado
esposo, sin embargo no dejaré de hacer desde aquí
cuanto sé que le interesa. Así, pues, esa mañana
en la iglesia de María Auxiliadora, celebraré la
santa misa; mis muchachos, que pasan de
ochocientos, rezarán el Rosario y comulgarán, en
sufragio de su alma, que, hablando en plata, creo
está en el Paraíso hace mucho tiempo.
Mientras tanto consolémonos, como dice san
Pablo, con la esperanza de que pronto veremos a
nuestros seres queridos, pues la muerte no es para
los cristianos una separación, sino una simple
dilación de la posibilidad de verse, y usted tenga
fe en ello; verá, es más, veremos en mejores
condiciones a todos los que fueron instrumentos de
afecto con nosotros y cuya felicidad nosotros
podemos aumentar en la vida presente.
Ahora paso también a mis preocupaciones. El
reclutamiento militar que se está efectuando
alcanza a algunos de mis mejores clérigos, que,
como no sea por una extraordinaria ayuda de la
divina Providencia, tienen que cambiar el
breviario por el fusil. He pensado más de una vez
para mis adentros: >>quién sabe si la señora
condesa Gondi podrá echarme una mano en esta mi
empresa? No hago más que exponer la cosa. Cada
clérigo puede librarse con tres mil doscientas
liras. Si usted, en sufragio del alma de su marido
y de los demás parientes, pudiese hacer esta
caridad, además del mérito que tendría ante Dios,
este sacerdote se obligaría a tener cada día un
recuerdo especial en la santa misa por usted y por
toda su familia. La libertad con que escribo, dará
a usted mayor libertad para contestar. Como quiera
que proceda, no dejaré de invocar constantemente
la bendición del cielo sobre usted, sobre sus
hijos, sobre su señor ((**It17.877**))
suegro, para que Dios colme a todos de sus dones y
los haga felices en el tiempo y en la eternidad.
Me encomiendo con mis muchachos a sus santas
oraciones y créame de V. S. B. agradecido
Turín, 19 de octubre de 1870
Seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
E
Benemérita señora Condesa:
Agradezco su buena voluntad y la esperanza que
me da de acudir en mi ayuda para rescatar algún
buen sacerdote que regalar a la Iglesia hoy tan
atormentada. Rogaré a Dios que la bendiga y que
prosperen sus negocios temporales, de modo que los
recursos se hagan abundantes para satisfacer la
bondad de su corazón y también las necesidades
que, por desgracia, nos apremian continuamente.
Además, para favorecer su petición y conociendo
su devoción a la gran Madre de Dios, haremos el
próximo martes, octavo día de la novena, un
servicio religioso. Reunidos ante el altar de
María Auxiliadora, nuestros muchachos harán
oraciones especiales, la santa comunión, el rezo
del rosario; yo celebraré la santa misa a las
siete de la mañana. Todo esto, según su piadosa
intención, esto es, a fin de que Dios conceda
(**Es17.757**))
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