((**Es17.744**)
El conde Lovera concluye su comentario en estos
términos: <>.
IV
((**It17.862**))
Recuerdos del Oratorio festivo de Valdocco
A
Nací en Magnano en 1862. A los nueve años, por
la cuaresma fui a Turín, como entonces se
acostumbraba, para trabajar con los albañiles. En
la primera fiesta, tal como había recomendado el
Párroco a todos los muchachos que salían, fui con
otros compañeros, que ya habían estado allí el año
anterior, al Oratorio de don Bosco. Me gustó, y
cada año, cuando volvía a Turín, desde principios
de la Cuaresma hasta los Santos, para trabajar,
seguí yendo al Oratorio hasta ir al servicio
militar.
El Oratorio festivo, por aquellos años, tenía
la entrada por la calle Cottolengo a la izquierda
de la basílica de María Auxiliadora y,
exactamente, en el ángulo de la actual tipografía.
Estaba todo cercado. La entrada era un rústico
portón de tablas, parecido a los que hacen los
albañiles para las vallas. A mano izquierda del
que entraba, había una caseta, de madera, donde
estaba el portero asomado a una ventanilla, que
sellaba nuestro carnet, apoyándolo en el alféizar.
En aquel patio largo, que llegaba hasta detrás de
la iglesia de San Francisco de Sales, hacíamos
nuestros juegos. Estaban con nosotros tres o
cuatro sacerdotes y algunos clérigos. Don Bosco
venía ordinariamente con nosotros, por la mañana,
para la misa y, por la tarde, para el catecismo.
Cuando volví a Turín por segunda vez, el
Superior advirtió para hacer la primera Comunión.
Como yo estaba ocupado en el trabajo desde las
cinco y media hasta las diecinueve treinta, iba al
catecismo sólo los días festivos. Llegó el día
fijado. Todos tenían un traje limpio; el que no lo
podía tener de su familia lo recibía de don Bosco
y en el brazo llevaban la cinta blanca.
Ocupábamos en la iglesia los primeros bancos.
Don Bosco en persona celebró la santa misa en
nuestra capilla de San Francisco de Sales y
nosotros nos acercábamos a la barandilla para
recibir la Comunión. Con los niños estaban
presentes también sus madres. Las oraciones se
rezaban junto con el catequista, que nos dirigía.
Después, al salir de la iglesia, estaba
preparada en el patio una mesa para nosotros. Y,
en ella, nuestro desayuno: pan, queso y
salchichón; y después, pasaban dos jóvenes con un
canasto y daban más a quien no había comido
todavía lo suficiente. Luego pasaba don Bosco a
dar un cubilete de vino que servía a cada uno en
el vaso, mientras un joven llevaba el cántaro.
Repartió también bizcochos y una bebida.
En aquel tiempo, se comía mucho y cosas
sólidas; no se estaba acostumbrado al café con
leche.
Cada fiesta don Bosco daba el desayuno a los
que comulgaban. Salían por la puerta de la
sacristía y él estaba allí, sentado en un ((**It17.863**))
taburete con un cesto de panecillos cortados y con
salchichón dentro o también una loncha de jamón.
Por la
(**Es17.744**))
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