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Navidad, antes de la santa misa, ante una
innumerable muchedumbre, nació a la gracia esta
segunda flor plantada por María en nuestra casa
durante su mes.
íQué cambio se efectuó entonces en el corazón
de aquel judío-protestante! Decíame algunos días
después del santo bautismo:
-Se extrañaban de que durante las primeras
semanas fuese muy frío y titubeante, para el
catolicismo: ísi hubiesen visto cómo se encontraba
entonces mi espíritu! Estaba oprimido por la más
profunda tristeza y melancolía y cuando entraba en
la iglesia me parecía ir a la muerte. Me
encontraba entonces como en plena noche, encerrado
en un cuarto obscuro; pero todo cambió, como
cuando se enciende una luz o sale el sol; vino la
alegría y la paz. Ahora sé que Jesús está en la
iglesia, sé que lo recibo en la santa comunión;
estoy en gracia de Dios y espero el Paraíso. No
deseo más que hacer con mis pobres hermanos y con
mi madre lo que los sacerdotes de este Colegio han
hecho conmigo. Creo que si un sacerdote fuese
alguna vez a mi casa y tratase de la religión,
seguramente, al escucharlo mis hermanos y
hermanas, alguno al menos se haría católico,
((**It17.842**)) porque
todos tienen gran deseo de saber cómo es la
religión católica.
Efectivamente no hay sermón en San Carlos, al
que no asista el padre de nuestro neófito, que
dice de él:
-Se advierte la inquietud de su corazón, porque
tiene gran deseo de oír hablar a algún sacerdote.
Lo que más me impresionó es que, si hay un solo
Dios, debe haber una sola verdad y una sola
religión que nos haga buenos y felices
eternamente.
No acabaría nunca , si quisiese referirle los
buenos sentimientos de nuestro convertido; ya ha
traído aquí alguna vez a un hermano suyo de doce
años y espera convencerlo, lo mismo que a los
otros doce miembros de su familia. Nosotros lo
ayudaremos en esta saludable empresa con todo
nuestro celo.
Me siento feliz al poder decirle, queridísimo y
venerando Padre, que esta flor de María nos
pareció tan hermosa que la quisimos ofrecer
también a nuestro querido padre don Bosco y, por
eso, el reverendo padre inspector, don Santiago
Costamagna, puso al catecúmeno en el santo
bautismo el nombre de Juan en recuerdo de usted.
Este nombre será un indicio o señal de
predilección de María Santísima Auxiliadora y una
prenda de perseverancia y eterna salvación. Se nos
llena el alma de satisfacción, al ver cómo el
nombre de nuestro Padre común se reproduce en los
varios países del mundo y suena ya a orillas del
Plata y en las desiertas orillas del Río Negro.
Acuérdese usted también de su tocayo (como dicen
por aquí), impetrándole de Dios unas bendición que
lo ayude a llevar dignamente su nombre. Mientras
tanto, pienso que, con la presente, recibirá usted
una carta suya por la que conocerá sus
sentimientos 1.
1 El joven Bach escribió una carta a don Bosco
desde el colegio Pío IX en Almagro. La
transcribimos textualmente:
Al Recerendísimo padre don Juan Bosco.
Distinguido Padre mío:
Aunque no tenga el gusto de conocer a V. R.,
sin embargo le declaro la máxima satisfacción que
tengo, por haber recibido aquí el santo bautismo y
encontrarme en el colegio Pío IX, donde sigo
recibiendo la educación que me confirme siempre
más en la religión. Otro motivo tengo de
gloriarme, porque he recibido el bautismo con el
nombre de un Padre tan distinguido como es Vuestra
Reverencia.
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