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de uno de nuestro clérigos. >>Quién hubiera
pronosticado que, a la misma hora de las tres y
media, cuando este jovencito Martín Aníbal nacía a
la gracia del Bautismo, su catequista Paseri
nacía, como esperamos, para la gloria, expirando a
la misma hora? Nadie podía imaginar semejante
coincidencia; por eso, fue para todos una
admirable y dulce sorpresa al ver cumplirse
aquello del Animam salvasti, animam tuam
praedestinasti. Martin se hizo bueno, diligente y
piadoso; se confesó e hizo la primera Comunión con
gran transporte de devoción en la Nochebuena; sólo
con tres meses de estudio, ganó dos premios en los
exámenes y esperamos que, al comenzar el curso
escolar, su padre lo dejará volver, pues también
él parece reconocer el saludable efecto de los
santos sacramentos en su hijo.
María Santísima nos preparaba otra admirable
coincidencia para el quinto día de su mes, como
para distraernos de la aflicción que nos causó la
inesperada muerte del padre Paseri; porque, en el
momento en que él expiraba, se presentó un joven
que se decía protestante, acompañado por su padre,
que quería aprender el oficio de encuadernador y
conocer la religión católica. La sencillez del
joven y la franqueza con que nos aseguró que
sentía estímulos interiores, que lo movían hacia
nuestra santa religión, nos hicieron pasar por
alto sus dieciocho años de edad y otras pequeñas
condiciones del programa del Colegio. Al principio
se notaba en él mucha frialdad para decidirse,
aunque se veía que hablaba sinceramente y deseaba
instruirse; no faltaba nunca a los sermones del
mes de María; durante el recreo de después de la
comida, paseaba con un clérigo y se hacía explicar
la religión; incluso, mientras trabajaba en el
taller, pedía a los más pequeños explicación de
alguna verdad o ceremonia religiosa. Mientras
tanto, llegamos a descubrir algún enredo o estafa
por parte de los presuntos protestantes. Supimos
que el joven y toda su familia, de catorce
personas, eran judíos de pura cepa; que el padre,
que había educado al joven, era al mismo tiempo
Rabino en su casa y con los judíos, y protestante
(por lo menos en apariencia) en el templo público
de los protestantes suizo-alemanes, que éstos
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en Buenos Aires. Este singular Ministro lee el
Evangelio públicamente, sabe latín y hebreo y
explica en alemán su hipócrita elocuencia, para
embaucar a los pobres papanatas judíos y
protestantes. Y no es eso todo, pues al examinar
las creencias de su primer discípulo, el hijo,
hemos encontrado que le enseñaba a dudar de todo,
a negar la vida futura, la divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo y así sucesivamente, de modo que
los supuestos protestantes y judíos eran en
realidad verdaderos ateos y materialistas,
reconocidos, a pesar de todo, como maestros de la
sinagoga y de la reforma. Nos contó el joven la
bonita manera de bautizar que tienen. Se prepara
lujosamente la cuna del niño y se juntan todos los
parientes; después, el más respetable de éstos
levanta tres veces en sus brazos al niño,
llamándolo con el nombre que quiere ponerle y
repitiéndolo todos los asistentes; después de
esto, esparce algunas nueces o avellanas por la
habitación y la función queda concluida. Nuestro
Adolfo aseguraba que había visto bautizar (así
llama él esta insulsa ceremonia) de esta manera a
sus trece hermanos (dos de los cuales han muerto)
y que, de esta misma manera, le habían dicho,
había sido bautizado él mismo.
Habíamos fijado al catecúmeno dos meses para
que se decidiera; pero, al término del primero, ya
casi se sentía resuelto a ser católico; al
principio de la Novena de Navidad, se presentó al
Superior y le dijo que deseaba recibir el Bautismo
en la noche de Navidad y, si era posible, deseaba
hacer en aquella misma solemnidad la primera
comunión. Fue examinado y se le encontró
suficientemente instruido para este segundo
Sacramento; se pidió al Exmo. señor Arzobispo la
facultad para recibir la abjuración (dudándose
todavía que fuese protestante no bien
bautiza(**Es17.726**))
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