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Vicariato, que V. S. se ha dignado confiarme y
bendecid a este hijo del desierto, convertido en
hijo de la gracia y de V. Santidad.
Dignaos, Beatísimo Padre, bendecir a nuestra
misión, a nuestros neófitos y a mis hermanos
salesianos, sacerdotes, clérigos y catequistas y a
las Hermanas de María Auxiliadora, que han
ofrecido a María Inmaculada un hermoso y nutrido
grupo de jovencitas.
Bendecid, por fin, a Patagonia y a su primer
Vicario Apostólico, que, postrado ante Vos, besa
el sagrado pie y se profesa
De V. S.
Carmen de Patagones, 27 de agosto de 1885
Afmo. y sumiso hijo,
>> JUAN, Obispo de Mágida
Vicario Apostólico
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Carta de monseñor Cagliero a don
Bosco
Reverendísimo y amadísimo Padre en J. C.:
Acabo de llegar de mi primera excursión
apostólica por las orillas derecha e izquierda del
Río Negro. Hemos visitado diez estaciones,
llegando hasta Conesa y pasando a la vuelta por
Pringles.
Mi ejército se componía de un ayudante de
campo, don Domingo Milanesio, de Zanchetta, un
coadjutor de la casa, un soldado de escolta y doce
caballos.
Mi uniforme era: botas hasta la rodilla,
pantalones, sotana, cruz pectoral, faja y el
famoso poncho, o capote negro, que me defendía del
polvos, del viento y de la lluvia.
Comíamos lo que encontrábamos, cuando lo
encontrábamos, y donde no podíamos encontrar nada,
estábamos a merced de la Providencia. Y me
vinieron de perlas ((**It17.835**)) los
recuerdos de las excursiones que V. P. nos
acostumbró a hacer desde I Becchi a la ventura por
las colinas del Monferrato.
Y la Providencia, como entonces, se portó
también ahora como verdadera madre. No nos faltó
nada: el agua del Río Negro, que corre
abundantísima, es dulce, suave y refrigerantes
máxime cuando uno está cansado, agotado y con la
garganta llena de polvo.
Pienso poder escribir a don Julio Barberis las
dificultades, bellezas y curiosidades de esta
primera visita pastoral para temas de estudio,
puntos de meditación y normas de sus novicios, los
futuros apóstoles.
El viaje duró un mes sobre una extensión de
cuarenta leguas, o sea doscientos kilómetros, como
de Turín a Génova. Eso, sin contar el ir y venir
de un rancho a otro, cabañas o colonias. A la
vuelta devorábamos, a caballo de fuertes corceles,
hasta sesenta kilómetros de un tirón. Y don
Domingo Milanesio aguantó cien a continuo galope.
Me hospedé en casa de muchas familias de
indios; hemos bautizado a sesenta y catequizado y
confirmado a muchos más. íHe logrado repartir
doscientas comuniones! Cosa rara hasta ahora, pero
que será más frecuente en el porvenir. En el
pasado, sólo se hacían estas excursiones para
bautizar y confirmar. Y vi la necesidad de
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