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CAPITULO III
UN MES EN ROMA. IGLESIA DEL SAGRADO CORAZON
Y AUDIENCIA PONTIFICIA. SUEÑO SOBRE EL PASADO Ç
Y EL PRESENTE DEL ORATORIO.
REGRESO POR FLORENCIA Y BOLONIA
LA prudencia humana habría aconsejado que, después
de los excesivos trabajos y fatigas del viaje por
Francia y para no acelerar el desgaste de fuerzas,
don Bosco se tomase una temporada de descanso;
pero la divina caridad, que non quaerit quae sua
sunt, no sabe poner límites al sacrificio. La
necesidad de proporcionarse nuevos recursos
pecuniarios que le consintieran llevar adelante
las obras de la iglesia y del hospicio en Roma y
la urgencia de obtener la concesión de los
privilegios, para completar la organización de la
Pía Sociedad antes de dejar este mundo, pudieron
en él, como hemos visto, más que ningún otro
cualquier miramiento personal; y, por eso, se puso
de nuevo en camino rumbo a la ciudad eterna. Nada
diremos en este capítulo sobre su segunda
finalidad, porque nos parece más oportuno tratarla
aparte; nos ocuparemos solamente de la primera, a
más de las diversas circunstancias que acompañaron
el viaje, la estancia y el regreso.
Desde el año 1851 en adelante, una larga
experiencia le había demostrado que, para
estimular la pequeña y pública beneficencia, las
rifas eran el medio más compatible con los tiempos
y el más apto para alcanzar ((**It17.74**)) sus
fines>> 1; por eso, organizó tantas rifas. Desde
1882 había determinado montar una en favor de la
iglesia del Sagrado Corazón; pero vio que en Roma
no se la secundaba tanto como él hubiese deseado.
El 26 de febrero de 1884, se quejó vivamente de
ello en el Capítulo Superior.
-Por la inercia de los encargados en Roma, dijo,
esta rifa es mi castigo y mi continuo tormento.
Esperaba con su presencia que allí se moviesen e
ingeniasen, para encaminar las cosas de modo que
se pudieran colocar con seguridad hasta cien mil
boletos para la misma.
1 Circular del 30 de enero de 1862.(**Es17.72**))
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