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((**Es17.71**) los llevó a la sacristía, donde oyó contar el sueño y todo lo demás. Cuando don Bosco terminó la misa, volvió a la sacristía y se quitó los ornamentos, corrió el niño a él y le suplicó con las manos juntas: -íPadre mío, sálveme! Don Bosco aceptó, sin más, al pequeño saboyano y lo tuvo varios años en el Oratorio. íCosa singular! Después de cincuenta años se repite todavía el mismo hecho; adondequiera que uno vaya, se encuentran muy a menudo personas que tienen alguna interesante novedad que contar acerca de don Bosco. Las felicitaciones del Inspector escolástico por el bien obrado por los Salesianos en La Spezia eran justificadas y merecidas. La casa había conseguido realmente el fin pretendido por don Bosco al fundarla, a saber, detener la carrera triunfal de los protestantes en la ciudad. Había contribuido a hacerles perder la pública estimación la conducta de su ministro, un subdiácono, que se había casado con una monja. Según afirmaba el Inspector, en los años anteriores asistían a las escuelas protestantes unos ochocientos muchachos, y en 1884 apenas si había diecisiete; las escuelas salesianas las habían despoblado lindamente. El lunes después de Pascua, muy temprano, don Bosco salió para Roma.(**Es17.71**))
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