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fama. Era aquel que, el año anterior, había
experimentado los benéficos efectos de una
bendición del Santo 1. El Conde y la Condesa,
felicísimos de tenerle consigo, le invitaron a
pernoctar en la espléndida quinta donde vivían y
él aceptó. Después de los primeros agasajos
salieron a pasear por el parque, que se extendía
desde la cumbre de una colinita hasta el mar. El
paseo duró hora y media. Don Bosco iba con los
Condes, y don Juan Bautista Lemoyne con los hijos.
Al día siguiente, jueves santo, se confesaron
éstos con don Bosco y le ayudaron a misa en la
capilla de casa; todos cumplieron con Pascua.
Escribe Lemoyne 2: <>. Tomaron el tren y llegaron a La Spezia
hacia las dos de la tarde. Aquel descanso había
repuesto visiblemente a don Bosco.
En la Spezia le esperaban el día nueve para una
conferencia a los Cooperadores, pero la parada de
Rapallo, más larga de lo previsto, se lo impidió.
Habló en su lugar el canónigo David Marinozzi,
predicador de la cuaresma. Su estancia hizo que la
Pascua fuera más alegre que nunca para los
Salesianos y sus muchachos. Pero, como sentía
marcharse sin haber dicho una palabra en público,
lo hizo por la tarde de la gran solemnidad; y,
como se encontraba con más fuerzas que de
costumbre, habló con brío y largo rato. Lemoyne
envió a Turín ((**It17.68**)) un
amplio resumen de su discurso, que nos parece
oportuno trasladar aquí tal como se publicó en el
Boletín de mayo.
Me presento ante vosotros, queridos oyentes,
verdaderamente conmovido y agradecido por el bien
que habéis hecho y seguís haciendo todavía a este
o Salesiano. íCuántos jovencitos os deberán el
haber conservado la fe, haber vivido como buenos
cristianos y haber alcanzado la eterna felicidad!
Con tal fin, llamo de nuevo a vuestra caridad, y
os recomiendo una colecta para el sostenimiento de
obras que no son mías, sino del Sumo Pontífice, y
que le interesan mucho. El, el inmortal Pontífice
León XIII, es el primero en daros un espléndido
ejemplo. Si existe en La Spezia este Oratorio,
donde tantos jovencitos encuentran el pan de la
vida a El debemos darle las gracias. Sí; el Padre
Santo es pobre, vive de limosna, porque le
arrebataron todo; sin embargo, el pobre Pontífice
encuentra la manera de enviar a La Spezia unos
socorros que le empobrecen todavía más, para
ayudar a los jovencitos de vuestras familias, de
vuestra ciudad. Imitad, pues, este espléndido
ejemplo de generosidad.
Me diréis: ->>Y hasta cuándo tendremos que
seguir prestándonos a estas obras de beneficencia?
>>Hasta cuándo?- Queridos míos, hasta que haya
almas que salvar, hasta que los muchachos pobres
no estén libres de asechanzas y de engaños, hasta
que lleguen a las puertas de la eternidad y hayan
entrado en el paraíso, donde podrán encontrarse al
seguro de las emboscadas que les prepara el
enemigo.
1 Véase Vol. XVI, pág. 192.
2 Carta a don Juan Bonetti. La Spezia, 10 de
abril de 1884.(**Es17.67**))
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