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estuvo de vuelta, lo envié a Buenos Aires. Porque
aunque tenemos nosotros la razón y la Curia
Eclesiástica así lo ve, no sirven razones contra
la fuerza. Y ahora hay que sufrir las
consecuencias de una indignación injusta.
Mientras sucedía esto en Viedma, una revista
semanal que aparece cada domingo en Carmen, la
emprendió contra el Alcalde y contra mí, y era el
general Winter quien atizaba el fuego en este
periódico, por medio de algunos oficiales del
ejército, haciendo que me insultasen y me acusaran
después ante la Curia Eclesiástica. Me defendí en
el periódico La Voz de la Iglesia y pedí que se
enviase a Patagones algún encargado de la Curia
para que se aclarasen las acusaciones. Al mismo
tiempo, pedí licencia para demandar judicialmente,
por calumniador, a quien me había injuriado, pero
don Santiago Costamagna no me permitió dar este
último paso y dejó que se enviaran personas para
poner en claro la verdad de los hechos. Vinieron
éstas, encontraron que, por nuestra parte, todo
estaba en regla y así quedó reivindicado nuestro
honor.
La población, que siempre estuvo de nuestra
parte, quedó satisfecha con esta sentencia.
Mientras tanto, la casa ha perdido algunas
ayudas, que los agentes del Gobierno nos prestaban
bondadosamente y, tanto nosotros como nuestros
huérfanos, pasamos grandes apuros para vivir.
Hemos comenzado a construir la nueva iglesia en
Patagones o, mejor, a continuar las obras que
empezamos el primer año de nuestra misión, pero
van muy despacio por falta de medios. La población
es muy pobre y el Gobierno no nos ha dado ninguna
subvención hasta ahora.
Necesitamos preparar una morada, lo menos
incómoda posible, para cuando venga monseñor
Cagliero, ya que nosotros mismos no disponemos de
vivienda suficiente y nos faltan medios para
ampliarla. íSi Monseñor nos trajera alguna ayuda
de Europa!
Recibí de don Miguel Rúa la noticia de que mi
madre está recogida en el Oratorio. Le agradezco
de corazón esta caridad y recompense el Señor a
usted y a la Congregación cuanto han hecho por mi
familia. Esto me consuela y me tranquiliza.
De todo corazón, le saludo y deseo felicidad,
al mismo tiempo que haré todo lo posible para
corresponder a cuanto me pide la Congregación.
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Enviaré los retratos de los hermanos y de las
hermanas, junto con los correspondientes a los
colegios.Yo no estoy en ellos, porque, el día en
que se hizo la fotografía, había ido a asistir a
un enfermo a doscientos kilómetros de distancia.
Reciba los saludos de nuestros hermanos, de las
hermanas y de nuestros huerfanitos y huerfanitas.
Patagones, 4 de marzo de 1885
Su
afmo. hijo en J. y M.,
JOSE FAGNANO, Pbro.
(**Es17.657**))
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