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Sintiendo muchísimo que dichas señoras no
repararan en la conveniencia de sondear las
intenciones de los parientes de los huérfanos de
que se trata, antes de entablar negociaciones para
la colocación de los mismos y que, por
consiguiente, yo haya debido causar serias e
inútiles molestias a V. S. Ilma. y Rvma., me creo
en el deber de presentarle mi mayor agradecimiento
por haber aceptado con tanta cortesía mis
instancias y, asegurándole que recordaré con la
mayor complacencia la atención tenida y los
sentimientos altamente humanitarios que la
caracterizan y de los que dio nueva y espléndida
prueba, ruégole acepte de nuevo el testimonio de
todo mi aprecio.
El Alcalde,
DI SAMBUY
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28 (el original en francés)
De un lionés que visitó a don
Bosco,
el Oratorio y su exposición
Mi querido amigo:
Le debo algunas explicaciones sobre mi viaje.
Yo le había oído tan a menudo hablar de la gran
obra de don Bosco que quería dar a mis ojos la
satisfacción de contemplar y admirar lo que Dios
ha hecho por su medio.
Llegué de noche a Turín, pero se me había
anunciado un cicerone en la estación, cena en el
Oratorio, aseo y buena celda, delicadas
atenciones, cuidados y cortesía tan cristana como
exquisita; nada de todo esto falta en la casa de
don Bosco. Aun cuando no hubiese sido tan tarde,
no habría necesitado ningún guía, pues, usted lo
sabe, en Turín, todo forastero que pregunte a
cualquiera el camino para llegar a la obra de don
Bosco, oye en seguida las indicaciones más
exactas: <>. Y no me
extraña, pues esta obra es un honor para la ciudad
de Turín, donde don Bosco es muy popular e incluso
en los viajes por ferrocarril, he oído varias
veces hablar de él.
El Oratorio de San Francisco de Sales me ha
parecido un verdadero pueblo y, por cierto, no
está mucho menos poblado, íunos ochocientos
muchachos! Y, además, los jefes de taller, los
empleados, los sacerdotes y clérigos salesianos,
puestos al frente de la dirección del Oratorio y
de la pía sociedad; es una pequeña ciudad dentro
de otra grande. En este vasto establecimiento
reina un orden perfecto; el reloj y la campana son
obedecidos siempre puntualmente.
Mi primera visita fue a la iglesia del
Oratorio, iglesia dedicada a María Auxiliadora.
Este monumento espacioso imita a San Pedro de
Roma, hasta en su hermosa cúpula. Es perfecto
arquitectónicamente, bien decorado y embellecido,
sobre todo por un cuadro magistral, el grande y
magnífico cuadro de María Auxiliadora. No es
demasiado llamar a esta iglesia la FourviŠre de
Turín, atendida la frecuencia con que la visitan
cada día los buenos cristianos e incluso los
curiosos. Supe que la gracia había tocado a veces
en ella el corazón de algunos de estos últimos,
que, habiendo ido como simples turistas, habían
regresado a sus casas debidamente convertidos.
Me cupo la suerte de ver a don Bosco. Este
santo sacerdote tiene siempre una deliciosa
afabilidad y una bondad que hace pensar en la del
divino Maestro. Le hablé, entre otras cosas, de
sus sufrimientos, de su reciente enfermedad y de
las oraciones
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