((**Es17.634**)
Boys. ((**It17.732**)) Hemos
leído, con el más vivo interés, el relato sencillo
y admirable de las obras inmensas de este santo
sacerdote.
La vista del mal nos había espantado y la
esperanza del remedio aportado por don Bosco ha
reanimado nuestro espíritu.
Lo que este hombre ha hecho, lo que todavía
está haciendo, tiene caracteres prodigiosos. Los
comienzos de su obra, como casi todos los
principios de las cosas grandes, han sido
pequeños, casi imperceptibles. Durante mucho
tiempo, don Bosco tuvo que limitar su campo de
acción a los niños, que catequizaba en un prado a
campo abierto. Llegó un día en que se le negó este
último asidero. Pero confiaba en Dios; el
desaliento no se apoderó de su alma. Continuó sus
proyectos. Fue entonces cuando sus enemigos y
hasta algunos sacerdotes lo tildaron de loco. El
tiempo justificó a don Bosco.
Hoy se extiende su obra por los dos mundos.
Cuenta con ciento cincuenta casas, donde se
desconoce el castigo y todo funciona por la
dulzura.
De estas casas salen cada año centenares y
centenares de obreros cristianos, obreros
cualificados, sacerdotes, hombres instruidos, que
difunden, a su vez, la luz en el mundo y están a
la cabeza de todas las buenas obras.
Es así como don Bosco saca de las calles a
niños sin padre ni madre, arranca del presidio a
millares de individuos y, de ellos, que habrían
sido condenados a trabajos forzados, hace hombres
sensatos, inteligentes y creyentes. Incluso se
dice que, de todos los jóvenes que don Bosco
recogió en sus casas, ni uno, entendedlo bien, ni
uno solo ha visto ya la cárcel; y bien sabe Dios
que algunos la conocieron antes que a él.
Al presenciar esta regeneración de la sociedad
por el catolicismo, pueden renacer todavía
nuestras esperanzas. De tejas abajo, me atrevo a
decirlo íestamos perdidos! Pero Dios está ahí y,
si el mal es inmenso, espantoso, don Bosco nos
demuestra que no está todo perdido.
Gracias a Dios, hay muchos cristianos
excelentes que lo comprenden bien, saben que ni la
espada, ni un hombre puede sacarnos del
atascadero; son conscientes de que una revolución
política no serviría más que para distraer un
momento a los atolondrados; comprenden que es
necesaria una revolución social y que ésta no se
puede hacer más que por el catolicismo. Por eso,
protegen todas las obras buenas. Sí, pero no son
todavía bastante numerosos. El mal es inmenso; es
preciso que la caridad que prodiga la enseñanza,
el bienestar y la fe sean inmensas.
Una vez más, un cambio de gobierno no haría
nada; lo que hace falta es una revolución completa
de ideas. Hay que instruir al pueblo, hay que
guardar a la juventud, hay que destruir los
prejuicios.
Hay que haber penetrado en los cuchitriles, que
nosotros hemos visto para ((**It17.733**))
hacerse una idea de la desconsoladora ignorancia
en que se mueve gran parte del pueblo. Hay en
plena Francia, en nuestras grandes ciudades, en
Lyon, tabucos, donde la idea moral está muerta,
donde el odio contra los curas ha llegado al
colmo, porque no se los conoce en absoluto. Pues
bien, sólo mediante obras análogas a las de don
Bosco, es decir, mediante locuras de caridad y
mansedumbre, se puede regenerar la nación; y no es
posible conseguirlo de otro modo.
Entiéndase esto bien; toda reforma, sin el
catolicismo por base, es necesariamente efímera e
irrisoria.
Multiplíquense, pues, las obras en esta antigua
tierra lionesa regada por la sangre de los
mártires. La iniquidad amenaza devorar a Francia,
levantemos diques en todas partes. Estos diques
son las escuelas católicas, son los patronatos,
las sociedades de San Vicente de Paúl, etc.
(**Es17.634**))
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