((**Es17.628**)
La segunda se puso de pie y exclamó:
->>Quién puede describir la belleza de un
inocente? Su alma está espléndidamente vestida,
como una de nosotras, adornada con la blanca
estola del santo Bautismo. En su cuello, en sus
brazos resplandecen gemas divinas, lleva en su
dedo el anillo de la alianza con Dios. Camina
velozmente en su viaje hacia la eternidad. Se abre
delante de sus ojos un sendero sembrado de
estrellas... Es tabernáculo viviente del Espíritu
Santo. Con la sangre de Jesús que corre por sus
venas y tiñe sus mejillas y sus labios, con la
Santísima Trinidad en el corazón inmaculado,
despide a su alrededor torrentes de luz que le
revisten de un esplendor mayor que el del sol.
Desde lo alto, llueven pétalos de flores celestes
que llenan el aire. Todo el ambiente se puebla de
las suaves armonías de los ángeles que hacen eco a
sus plegarias. María Santísima está a su lado
pronta a defenderla. El cielo está abierto para
ella. ((**It17.725**)) Se ha
convertido en espectáculo para las inmensas
legiones de los Santos y de los Espíritus
bienaventurados que le invitan agitando sus
palmas. Dios, entre los inaccesibles fulgores de
su trono de gloria, le señala con la diestra el
lugar que le tiene destinado, mientras que, con la
izquierda, sostiene la espléndida corona con que
le ha de coronar para siempre. El inocente es el
deseo, la alegría, el aplauso del Paraíso. Y,
sobre su rostro, está esculpida una alegría
inefable. Es hijo de Dios. Dios es su Padre. El
Paraíso es su herencia. Está continuamente con
Dios. Lo ve, lo ama, lo sirve, lo posee, lo goza,
posee un rayo de las delicias celestiales; está en
posesión de todos los tesoros, de todas las
gracias, de todos los secretos, de todos los
dones, de todas sus perfecciones y de Dios mismo.
-Por esto, se presenta tan gloriosa la
inocencia en los Santos del Antiguo Testamento y
en los del Nuevo, y especialmente en los Mártires.
íOh, Inocencia, cuán bella eres! Tentada, creces
en perfección, humillada, te levantas más sublime;
combatida, sales triunfante; sacrificada, vuelas a
recibir la corona. Tú eres libre en la esclavitud,
tranquila y segura en los peligros, alegre entre
las cadenas. Los poderosos se inclinan ante ti,
los príncipes te acogen, los grandes te buscan.
Los buenos te obedecen, los malos te envidian, los
rivales te emulan, los adversarios sucumben ante
ti. Y tú saldrás siempre victoriosa, incluso
cuando los hombres te condenen injustamente.
Las dos doncellas hicieron una pequeña pausa,
como para tomar un poco de aliento después de
haber desahogado tan encendidos anhelos, y luego
se tomaron de la mano y se miraron una a otra.
-íOh, si los jóvenes conociesen el precioso
tesoro de la inocencia, cómo cuidarían, desde el
principio de su vida, la estola del santo
bautismo! Mas, por el contrario, no reflexionan,
no piensan lo que quiere
decir mancillarla. La inocencia es un licor
preciosísimo.
-Pero está encerrado en un frágil vaso de barro
y, si no se le lleva con cautela, se rompe con la
mayor facilidad.
-La inocencia es una piedra preciosa.
-Pero no se conoce su valor, se pierde y
fácilmente se la cambia por un objeto vil.
-La inocencia es un espejo de oro, que refleja
la imagen de Dios.
-Pero basta un poco de aire húmedo para
empañarlo y hay que conservarlo envuelto en un
velo.
-La inocencia es un lirio.
-Pero el solo contacto de una mano poco
delicada puede marchitarlo.
-La inocencia es una blanca vestidura. Omni
tempore sint vestimenta tua candida.
(**Es17.628**))
<Anterior: 17. 627><Siguiente: 17. 629>