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abundante que, al salir de la corona, formaba
exuberantes bucles, cayendo después por la espalda
a guisa de abundantes rizos.
Ambas habían comenzado un diálogo: unas veces
alternaban en el hablar; otras, se hacían
preguntas o bien prorrumpían en exclamaciones. A
veces, las dos permanecían sentadas; otras, una
estaba sentada y la otra de pie o bien paseaban.
Pero nunca salían de la superficie de aquella
blanca alfombra y jamás tocaban las hierbas ni las
flores. Don Bosco, en su sueño, permanecía a
manera de espectador. Ni él dirigió palabra alguna
a las jovencitas ni las jovencitas a él, pues ni
se dieron cuenta de su presencia; la una decía a
la otra con suavísimo acento:
->>Qué es la inocencia? El estado afortunado de
la gracia santificante, conservado merced a la
constante y exacta observacia de la ley divina.
Y la otra doncella, con voz no menos dulce:
-La conservación de la pureza, de la inocencia,
es fuente y origen de toda ciencia y de toda
virtud.
Y la primera:
-íQué brillo, qué gloria, qué esplendor de
virtud, vivir bien entre los malos y, entre los
malignos y malvados, conservar el candor de la
inocencia y la pureza de las costumbres!
La segunda se puso de pie y, deteniéndose junto
a la compañera:
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-Bienaventurado el jovencito que no va detrás de
los consejos de los impíos y no sigue el camino de
los pecadores, sino que su complacencia es la ley
del Señor, la cual medita día y noche. Y será como
el árbol plantado a lo largo de las corrientes de
las aguas de la gracia del Señor, el cual dará a
su tiempo fruto copioso de buenas obras: aunque
sople el viento, no caerán de él las hojas de las
santas intenciones y del mérito y todo cuanto haga
tendrá un próspero efecto y cada circunstancia de
su vida cooperará a acrecentar su premio.
Y, así diciendo, señalaba los árboles del
jardín, cargados de frutos bellísimos, que
esparcían por el aire un perfume delicioso,
mientras unos arroyuelos de aguas limpísimas que,
unas veces, discurrían por dos orillas floridas,
otras, caían formando pequeñas cascadas o formaban
pequeños lagos y bañaban sus pies, con un murmullo
que parecía el sonido misterioso de una música
lejana.
La primera doncella replicó:
-Es como un lirio entre las espinas que Dios
acoge en su jardín y, después, lo toma para
ornamento de su corazón; y puede decir a su Señor:
Mi Amado para mí y yo para mi Amado, pues se
apacienta en medio de lirios.
Y, al decir esto, indicaba un gran número de
lirios hermosísimos que alzaban su blanca corola
entre las hierbas y las demás flores, mientras
señalaba en la lejanía un altísimo valladar verde
que rodeaba todo el jardín. Este valladar estaba
todo cuajado de espinas y, detrás de él, vagaban
unos mostruos asquerosos que intentaban penetrar
en el jardín, pero se lo impedían las espinas del
seto.
-íEs cierto! íCuánta verdad encierran tus
palabras!, añadió la segunda, íBienaventurado el
jovencito que sea hallado sin culpa! >>Pero quién
será el tal y qué alabanzas diremos en su honor?
Pues ha obrado cosas admirables en su vida. Fue
encontrado perfecto y tendrá la gloria eterna;
pudo haber pecado y no pecó; hacer el mal y no lo
hizo. Por esto, sus bienes han sido establecidos
por el Señor y sus obras buenas serán celebradas
por todas las congregaciones de los Santos.
-Y, en la tierra, íqué gloria les está
reservada! Los llamará, les señalará un lugar en
su santuario, los hará ministros de sus misterios
y les dará un nombre sempiterno que jamás
perecerá, concluyó la primera.
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