((**Es17.601**)
por lo que, desalentado, resolvió vivir tranquilo
y fue a encerrarse en una cueva. Estaba allí
escondido, cuando oyó la voz del Señor que le
decía: -Quid hic agis, Elia? (>>Qué haces aquí,
Elías?). Tú estás aquí inactivo, mientras triunfan
mis enemigos están abandonados mis hijos y es
pisoteada mi ley; tú podrías luchar e impedir que
mi enemigo arrastre a mi pueblo hasta su ruina
total; podrías levantar a los caídos, alentar a
los cobardes y prepararlos para una espléndida
victoria y, en cambio, te encierras. Egrédere, sal
de aquí.
Elías, al oír estas palabras, se avergonzó de
sí mismo, salió de la cueva, regresó a su pueblo,
volvió a defender con el acostumbrado ardor la
causa de la religión, sometiéndose a las más duras
pruebas.
También, en nuestros días, hay personas que, al
ver en el mundo tantos desórdenes religiosos y
sociales, se amedrentan, se desaniman y se
encierran en sus casas, que no son ciertamente la
cueva de Elías, y allí se contentan con lamentar
los males de la sociedad; sin molestarse, sin
poner manos a la obra, sin hacer sacrificio alguno
para impedirlos o al menos aminorarlos. Pues yo
ahora digo a éstos lo mismo que Dios a Elías:
-Salid, salid de vuestra inercia y, si no
sabéis o no podéis bajar al campo de batalla y
enfrentaros con los enemigos de Dios, ayudad
siquiera con vuestras limosnas, con vuestra
caridad a aquellos, que se encuentran en el campo
y sostienen el peso de la batalla. Favoreced las
buenas instituciones y, entre éstas, favoreced la
obra de los Salesianos, obra según el Evangelio,
según el espíritu de Jesucristo. Que os anime a
esto el pensamiento de que si, con vuestra
generosidad, crece el número de las almas
salvadas, crecerá al mismo tiempo para vosotros el
derecho a su agradecimiento, el derecho a mayores
gracias para vuestra santificación, el derecho a
una más espléndida corona, el derecho a la
alabanza de Dios y también a la de los hombres. Y
esta alabanza vosotros la habéis merecido hasta
ahora, puesto que muy eficazmente habéis ayudado a
los Salesianos y habéis obrado con ellos mucho
bien. Seguid así, y yo os bendigo.
((**It17.701**))
5 (El original en francés)
Carta de don Bosco a un señor
francés
Señor:
Tengo la satisfacción de recibir su cristiana
carta, querido señor, y no dejaré de rezar y hacer
que recen nuestros muchachos según su intención.
Cada mañana en la santa misa tendré muy gustoso un
recuerdo por usted, por sus parientes sanos y
enfermos y, en general, por toda su familia.
Encomiendo a su caridad a todos mis huerfanitos
(ciento cincuenta mil) y tenga a bien ayudarnos
con sus oraciones.
Rece cada día tres padrenuestros, avemarías y
glorias al Santísimo Sacramento hasta San Pedro; y
le ruego reciba a menudo la santa comunión con
toda su familia.
Me pide mi dirección y aquí la tiene: reverendo
Juan Bosco, en Marsella hasta el veintinueve de
este mes, y después en Turín.
Que Dios le bendiga, querido señor, y
recompense generosamente su caridad y
(**Es17.601**))
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