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más, sino como pastor y padre? íAh, sí!. Con mucho
gusto, acepté la presidencia de esta selecta
reunión, porque yo aprecio la obra de los
Salesianos y, más ahora, que puedo llamarla
también obra mía, y espero que don Bosco me
permita usar esta palabra.
>>Y de dónde me viene a mí este afecto por la
obra de los Salesianos? De que yo debo amar y
favorecer todas las obras, que se ajustan al
espíritu evangélico de Nuestro Señor Jesucristo.
Por lo cual, si os demuestro que, en la obra de
don Bosco, en la obra de los Salesianos, está el
espíritu del Evangelio, el espíritu de Jesucristo,
quedará demostrado también que debo amarla y
favorecerla con todas mis fuerzas.
1.° La obra amada con predilección por Nuestro
Señor Jesucristo, fue la de evangelizar e instruir
a los pobres; pobres no sólo de bienes materiales,
sino de virtudes, con el fin de enriquecerlos con
su gracia y hacerlos partícipes de las riquezas
celestiales. Por esto, decía el Maestro divino que
había sido enviado precisamente ((**It17.697**)) para
aleccionar y curar a esta clase de personas:
Evangelizare pauperibus misit me, sanare contritos
corde.
Ahora bien, ved ahí la gran empresa, que los
Salesianos han asumido. Don Bosco, al fundar su
obra, se preocupó particularmente de socorrer a
los pobres en bienes de fortuna, a los pobres de
mente y corazón, a los pobres de instrucción
religiosa y a los heridos en el alma. Desde el
principio, sintió en su corazón un gran afecto
hacia estos infelices, fue a buscarlos por calles
y plazas y ejerció precisamente su ministerio para
alivio espiritual y material de estos pobrecitos,
los cuales, por estar abandonados a sí mismos, por
dedicarse a oficios vulgares, por vivir oprimidos
con la miseria, no se cuidaban de Dios ni de su
alma y corrían abocados a la perdición. A este
fin, tiende la institución de los Salesianos y la
caridad de sus Cooperadores y Cooperadoras. Como
véis, ésta es verdaderamente una obra según el
Evangelio; por consiguiente, como Pastor, como
Arzobispo, debo amarla y protegerla; y la amo y la
protejo.
2.° Mantengámonos en el espíritu del Señor. El
tenía también un amor entrañable a los niños, y
éstos se lo tenían a él. Cuando Jesús recorría
Palestina predicando, corrían a rodearle y lo
festejaban. Los apóstoles, temiendo que molestaran
al Maestro divino, los apartaban; pero esto no le
gustaba a Jesús y mandaba que les dejasen
acercarse, diciendo: Sínite parvulos venire ad me
(Dejad que los niños vengan a mí) y que yo los
acaricie.
Don Bosco, a su vez sintió arder en su corazón
el amor a los niños, y puso aquí en Turín el campo
de su apostólica misión dedicado a ellos.
Acudieron a él los jovencitos, lo siguieron e
hicieron de él la imagen de Jesucristo. Don Bosco
y los Salesianos abren colegios para niños,
escuelas, hospicios y oratorios festivos y se
convierten en sus amigos, sus hermanos, sus
padres. Es ésta una obra plenamente evangélica; y
yo debo amarla, porque, además, me interesa muy de
cerca.
Ahora vienen los muchachos con toda libertad a
rodear al Pastor, al representante de Jesucristo
en la diócesis; no hay apóstoles, que los aparten
de nuestro lado; pero con todo puede haber un
obstáculo que nos impida acariciarlos y
bendecirlos. Este obstáculo sería su mala
conducta, serían las malas pasiones, la envidia,
la soberbia, la pereza, la inmoralidad. Mi
carácter episcopal me impide abrazar a muchachos
manchados con el pecado y jovencitos dañados por
el vicio. Pues bien, >>qué hacen don Bosco, los
Salesianos y sus Cooperadores? íAh, benditos sean!
Ellos se afanan por mantener en la inocencia a
estos hijos queridos; ellos los ayudan a combatir
y vencer sus pecaminosas tendencias; a desalojar
los vicios de su mente y de su corazón, si ya han
penetrado en ellas; ellos me los hacen virtuosos,
humildes, afectuosos, obedientes y puros, a fin de
que yo pueda, como el Señor estrecharlos contra mi
corazón. íOh,
(**Es17.598**))
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