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dos mil francos. Tales regalos son para nosotros
verdaderamente excepcionales; por lo cual,
corresponderemos con plegarias excepcionales al
Señor, del que esperamos también bendiciones
especiales, ya que fue El quien dijo: Date et
dabitur vobis.
Sí, querido Conde Eugenio, la Santísima Virgen
María, que, de tantos modos y tantas veces,
bendijo y protegió a toda su familia, querrá
((**It17.675**)) seguir
mostrándose poderoso y piadoso auxilio de los
Cristianos con usted y con toda su familia.
Hágame la gran caridad de rezar también por mí
y por toda nuestra familia, mientras, con la mayor
gratitud, tengo el honor y la satisfacción de
poderme profesar de usted, queridísimo señor
Eugenio,
Turín, día 1.° de marzo de 1885
Su seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
P. D. Llega en este momento la señora marquesa
Fassati con la baronesa Ricci, que disfrutan de
óptima salud, y me dan las últimas noticias de la
familia de V. S., al tiempo que me facilitan la
dirección exacta para esta carta.
Mi salud, como tal vez ya sepa, no fue muy
buena este año; ahora va un poco mejor y ya he
podido salir de paseo un par de veces. Le envío
unas medallitas de María Auxiliadora, que he
bendecido y han estado depositadas sobre el altar
de esta piadosa Madre, mientras celebraba la
misma, especialmente aplicada por sus enfermos.
El encuentro aquí mencionado sucedió una tarde
cuando don Bosco regresaba al Oratorio después de
su acostumbrado paseíto. Vio a la puerta un lujoso
carruaje, del cual descendieron la marquesa
Fassati y la baronesa Ricci. Las dos nobles damas
hablaron largo rato con él, dejándole, al irse,
una considerable limosna, para las casas de
noviciado.
En 1884, la marquesa de Fassati se encontraba a
punto de muerte. Los médicos, convencidos de que
iba a morir de un momento a otro, habían prohibido
que entrasen a visitarla personas ajenas a la
familia.Sin embargo, la enferma mandó, con gran
insistencia, llamar a don Bosco. Tras insistentes
llamadas, a las cuales conociendo él la
prohibición de los médicos, creyó oportuno no
acudir, finalmente fue y le dio la bendición de
María Auxiliadora. La Marquesa le dijo entonces:
-Estoy dispuesta a hacer lo que María
Auxiliadora quiera que yo haga para su mayor
gloria.
Con estas palabras quería decir que ayudaría al
Oratorio. Pues bien, desde aquel momento y contra
toda esperanza, entró en convalecencia, recobró en
breve la salud y, después, cumplió
escrupulosamente su promesa. A ella dirigió don
Bosco una graciosa cartita con la que ((**It17.676**)) le
ofrecía un cestito de fruta recogida, según
parece, en el huerto del Oratorio.
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