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Estas palabras eran como el pregón de la toma
de posesión, acaecida cinco meses y medio después.
Los que quieren casas salesianas en sus
pueblos, para animar a la aceptación,
frecuentemente insinúan perspectivas de herencias
de personas ricas sin herederos forzosos. Don
Bosco ponía sobre aviso a los Superiores, el día
diez de septiembre, advirtiendo:
-No debemos apoyarnos en ciertas vagas
esperanzas de herencias. Las voluntades cambian
fácilmente de parecer. Si luego hay que abandonar
una fundación, estas herencias producirán muchos
quebraderos de cabeza. Se convierten en
malevolencias y pleitos y pérdidas de diverso
género. El que quiera testar a favor nuestro,
guarde bien lo que es suyo y, al morir, deje en
orden sus cosas. Porque, si se ponen de por medio
los municipios, las leyes los favorecen.
((**It17.667**)) En la
sesión de tarde de la misma fecha, don Antonio
Sala presentó un plano para la construcción de un
panteón salesiano en el cementerio de Turín y el
Capítulo le concedió plenos poderes. Tomando pie
de este tema, don Bosco tuvo un oportuno recuerdo
de los hermanos que ya habían pasado a la
eternidad y dijo:
-Hay que tomar en consideración la tarea de
recopilar las biografías de los salesianos
difuntos, revisando las reseñas que aún pueden
completarse y entregándoselas a alguien que las
complete. Imprímanse, después, y léanse durante
los ejercicios espirituales. Véase quién puede
dedicarse a este trabajo, para que lo haga más o
menos literariamente, pero con responsabilidad;
luego distribúyanse ejemplares, por Italia y
América. Envíense también a Francia, por ahora en
italiano; pero, con el tiempo, tradúzcanse a
idiomas extranjeros, al español, al francés, al
inglés, etc. Hay que encargar este trabajo a uno
que tenga tiempo y se preste a ello. He tenido en
mis manos y hojeado alguno de estos folletos con
las breves biografías de nuestros hermanos jóvenes
y he leído algunas de ellas, donde se exponen sus
virtudes, saboreando cosas verdaderamente
edificantes. No trato de afirmar que estos
escritos sean perfectos, pero me conformo con un
trabajo modesto, al menos por ahora. Para llevarlo
a cabo, se podrán encargar personas que, aun sin
ser grandes doctores, recojan los datos que puedan
y escriban como sepan hacerlo. Más adelante se
mejorará la tarea. Por ahora, nómbrense estos
recopiladores y se comience el trabajo.
El día dieciséis de septiembre, leyó don Miguel
Rúa una circular de un tal Casimiro Mazzo, que
publicaba un Annuario d'Italia, en el que
enumeraba todas las instituciones de beneficencia
italianas, ciudad por ciudad, y que habría deseado
incluir, en el mismo, breves
(**Es17.572**))
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