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curó del todo. Hay que hacer constar que el Siervo
de Dios había tranquilizado a la afligida señora,
diciéndole:
-No muere todavía; tengo que irme yo primero.
Es más, unos días antes de que don Francisco
Giacomelli se metiese en cama, don Bosco le había
invitado a comer y, al verle oprimido por una
profunda depresión, le había dicho para animarle
un poco y en presencia de todos los miembros del
Capítulo Superior:
-íEstáte tranquilo, no temas, buen hombre! Te
tocará asistir a don Bosco en punto de muerte.
Y, tal como lo predijo, así sucedió.
Otra predicción hecha al salesiano don Augusto
Amossi se cumplió al pie de la letra. En otoño del
1885, había sido trasladado de Lanzo a Randazzo.
Como tenía a su madre anciana y enferma, temía
fundadamente no poderla volver a ver, ante la
dificultad para acudir desde Sicilia a Piamonte,
dado el caso de un inminente desenlace. Manifestó
su pesadumbre a don Bosco, pero él, después de
escucharle con bondad, le respondió:
-Vete tranquilamente a Randazzo. Te aseguro
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mientras los Superiores te tengan allí, no pasará
nada.
Y luego, parándose un poquito a pensar, añadió:
-Ahora vas a Randazzo, pero no estarás allí
mucho tiempo. Regresarás a Lanzo.
El joven sacerdote estuvo en Randazzo tres
años; en todo aquel tiempo, su madre no empeoró lo
más mínimo; en cambio, tan pronto como volvió
destinado a Lanzo, ella se puso mal de nuevo y
falleció el día cuatro de abril de 1889 1.
Se atribuye el mérito de otra curación a don
Bosco. El último día del año 1884, tras una fiebre
reumática y un catarro bronquial, el teólogo
Leonardo Murialdo era atacado por una pulmonía de
carácter maligno y los médicos desesperaban de
poderla vencer. Los Josefinos, consternados,
recordando las antiguas relaciones de su Padre con
don Bosco, pensaron recurrir a él, con la
confianza de obtener un milagro. Así, pues, el día
ocho de enero, perdida toda esperanza humana para
el enfermo, escribieron a don José Lazzero que
suplicase a don Bosco una bendición especial;
llegó inmediatamente la respuesta de que aquella
tarde iba don Bosco en persona a llevar la
bendición pedida..
Fue, efectivamente, con don Juan Bautista
Lemoyne; entró en la habitación del enfermo,
estuvo una media hora con él y lo bendijo.
1 Carta de don Augusto Amossi a don Juan
Bautista Lemoyne, Lanzo, 8 de abril de 1889.
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