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en casa y, por tanto, las salidas casi no superan
las entradas. Pero se necesitaría dinero para el
Orfanato de Saint-Cyr, donde se preparan unas
niñas pobres para la agricultura. Hay que hacer
reparaciones cuando todavía no se ha pagado el
tejado. Don Pablo Albera no quiere darme nada y,
por eso, yo recomiendo Saint-Cyr a la Comisión.
Para hacer efectiva esta recomendación, se
determinó en la sesión el día veinticuatro de
abril que, ((**It17.53**))
reservando la zona de Marsella totalmente para San
León, se recogería para Saint-Cyr el óbolo de la
caridad en el territorio de Aubagne, en cuya
periferia se encontraba la casa de Saint-Cyr. Una
vez acabada la reunión, invitó a las señoras a ir
a la capilla para la bendición, y después las
recibió en audiencia una a una como deseaban, con
lo que estuvo ocupado hasta la noche. Se hubiera
deseado que durmiese en la quietud de aquella
morada; pero, la promesa de celebrar en Marsella
al día siguiente le obligó a salir 1.
Por las relaciones orales y escritas de don
Julio Barberis, se sabe que el entusiasmo de
Marsella por el Siervo de Dios superó toda
imaginación. Empleados de toda clase se sentían
honrados por atenderle; los notarios y abogados le
ofrecían gratuitamente sus servicios,
considerándose afortunados de que se los pidiese;
los médicos le visitaban a él y a sus muchachos,
felices por haberle hecho un favor; los poetas
componían versos para ensalzarlo; y los pintores
de valía sacaban su retrato. Los periodistas
corresponsales de Francia llamaban la atención de
los buenos sobre él en otros países. De la vecina
España llegaban cartas entusiastas, invitándole a
cruzar los Pirineos, y, en la lejana Hungría, el
Magyar Atlant de Budapest publicaba en apéndice la
traducción de la biografía de don Bosco, escrita
por D'Espiney.
Adondequiera que iba recibía nuevas pruebas de
la bondad de María Santísima, invocada con el
título de Auxilio de los Cristianos. En las
familias visitadas y en las cartas recibidas se
percibía un himno continuo de acción de gracias a
la Virgen por los favores obtenidos con su
mediación durante el transcurso del último año.
Iban a referirle curaciones extraordinarias,
conversiones ansiadas, asuntos domésticos
arreglados contra toda esperanza humana,
beneficios espirituales y materiales obtenidos
después de una novena o tras unas simples
oraciones. Todo esto conmovía de tal manera al
Santo que, al hablar de ello, se le saltaban las
lagrimas; consolaba, ((**It17.54**)) ademas,
ver cómo se disipaba la errónea opinión de que se
debía recurrir a él para alcanzar gracias, cuando,
por el contrario, bastaba socorrer las obras
salesianas
1 Lleva fecha del diecisiete de marzo una carta
de don Bosco, de la que tenemos copia, mas sin
designar al destinatario (Ap. Doc. núm.
5).(**Es17.55**))
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