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((**Es17.549**) actual sin que, en los comienzos de su progreso, no hubiese enviado la Providencia denodados operarios evangélicos capaces de cualquier sacrificio para vincularla estrechamente a Cristo y a la Iglesia. Sin lugar a duda, la vida misionera es esencialmente vida de sacrificio; pero los pioneros de las misiones patagónicas alcanzaron con sus sacrificios las cumbres del heroísmo, puesto que tuvieron que hacer muchos muy duros y por mucho tiempo. ((**It17.640**)) Sin duda que aquellos sacrificios fueron escritos por Dios en el libro de la vida; pero sería de desear que, para común edificación, los pudiéramos registrar también en el libro de la historia. Algo se ha hecho, aunque tarde, y se está haciendo todavía para conservar su recuerdo; sin embargo, lo más sólo Dios lo conoce. El afecto de los misioneros por don Bosco y por la Congregación era en aquellos años de dificultades y sufrimientos una fuente perenne de santa energía. Es increíble el poder que ejercía en los ánimos acobardados el pensar en don Bosco y en la eficacia de sus oraciones y, además, el deseo de aumentar el honor de la naciente Congregación, a la que se sentían tanto más vinculados cuanto más difícil y alejado era el puesto asignado a su celo. Ayudaba mucho a mantener viva esta llama el intercambio de correspondencia epistolar, que no habría podido ser más íntima ni más frecuente 1. Monseñor Fagnano (así llamaremos en adelante a don José Fagnano, Prefecto Apostólico) no veía el momento de embarcarse para las islas Malvinas y Tierra del Fuego; pero se vio obligado a diferir la salida hasta el año siguiente. Don Bosco pensaba también en él y en su misión; en efecto, en agosto le envió un verdadero programa de vida para su provecho individual y para el ejercicio del apostolado. Es también una carta preciosísima. Muy querido Fagnano: Antes de que salgas para tu gran empresa de la Prefectura Patagónica, donde Dios te tiene preparada copiosísima mies, también yo deseo dirigirte unas palabras, que tal vez sean las últimas, del amigo de tu alma. En este tu nuevo sagrado ministerio, serás más libre para actuar por ti mismo, ya que estarás lejos de los Hermanos que pueden velar y ayudarte en los peligros especialmente espirituales; por eso, tienes que meditar sin descanso y guardar en la mente y en el corazón el gran pensamiento: Dios me ve. Dios te ve. El tiene que juzgarnos a mi, a ti y a todos nuestros hermanos y a todas las almas por las que trabajamos. ((**It17.641**)) En tus excursiones, lo mismo cortas que largas, no mires nunca a las ventajas materiales, sino únicamente a la gloria de Dios. Recuerda que tus esfuerzos estén 1 Valga para muestra una carta de monseñor Cagliero, Ap. Doc. núm. 97. (**Es17.549**))
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