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de sus hijos más lejanos; y esto lo movía a
escribirles individualmente cartas henchidas de
afecto paterno y llenas de santas exhortaciones.
Dirigió dos desde Valsálice a Uruguay. Una para
don Juan Allavena, párroco de Paysandú y director
del hospicio y colegio anejos a la parroquia.
Muy querido Allavena:
Con gran placer y a su tiempo he recibido las
cartas que me has escrito. Como ahora no puedo
tener la satisfacción de tenerte conmigo en los
ejercicios espirituales de Valsálice, creo
oportuno escribirte al menos una carta, que te
recuerde el afecto que éste tu padre te ha tenido
siempre y sigue teniéndote.
Cuando nos separamos, antes de tu partida para
América, te recomendé encarecidamente la
observancia de nuestras ((**It17.616**))
reglas; las reglas con que te consagraste para
siempre al servicio del Señor. Yo confío que las
habrás practicado fielmente, para tu provecho y
edificación de tus compañeros. Además de la
lectura de las reglas te aprovechará que leas
frecuentemente las deliberaciones tomadas en
nuestros Capítulos Superiores 1, que quiero
esperar te hayan sido comunicadas.
Como cura párroco, trata con toda caridad a tus
sacerdotes para que te ayuden con celo en el
sagrado ministerio y atiende, especialmente, a los
niños, a los enfermos y a los ancianos. Y si, en
las Misiones o de cualquier otra manera, llegas a
descubrir algún jovencito que da esperanzas de
vocación al sacerdocio, ten entendido que Dios
pone en tus manos un tesoro.
Toda solicitud, todo trabajo, todo gasto para
lograr una vocación no es nunca excesivo; hay que
considerarlo siempre como un gasto oportuno.
Praebe teipsum exemplum bonorum operum; pero
procura que este buen ejemplo resplandezca en la
reina de las virtudes, en la castidad. Todo
cuidado en las palabras, las miradas, las obras
encaminadas al cultivo de esta virtud, nunca será
excesivo.
Me limito a recordarte estas cosas; pero tú
estás en condiciones de explicarlas donde sea
necesario.
Que Dios te bendiga, mi siempre querido
Allavena. Te encomiendo cada día en la santa misa
y reza tú también por mí, que he envejecido mucho
y estoy casi ciego; y hagamos de manera que si no
volvemos a vernos en la tierra, nos veamos
ciertamente en la eterna bienaventuranza.
Muchos saludos a todos nuestros hermanos, a
cuyas oraciones me encomiendo encarecidamente,
puesto que todos son gaudium meum et corona mea.
Turín, desde el Colegio de Valsálice, 24 de
septiembre de 1885
Afmo. en J. C.,
JUAN BOSCO. Pbro.
Don Juan Allavena agradecía esta agradable
carta a don Bosco el día veinticuatro de noviembre
y le felicitaba las Navidades en estos términos:
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