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((**Es17.522**) Pide al Señor que me mande una enfermedad que me saque de esta situación, y si fuese posible... Pero hágase la voluntad de Dios>>. Sin embargo, forjado en la escuela de don Bosco, nunca perdió su confianza en la divina Providencia. A su invencible constancia se debió la gradual organización de los talleres que, año tras año, fueron haciendo notables progresos. En casa, los muchachos le querían mucho, incluso lo veneraban como santo; y, fuera, se ganaba las simpatías de cuantos tenían que tratar con él: lo llamaban le petit Dom Bosco. También le consolaba el noviciado de Santa Margarita que, en 1885, contaba ya con dieciséis novicios franceses, todos clérigos, menos uno. Habíase determinado que, en septiembre, fuera don Miguel Rúa a Francia para los ejercicios espirituales de aquellos Hermanos, pero las condiciones sanitarias aconsejaron la suspensión del viaje. -El cólera se propaga, dijo don Bosco en la sesión capitular del día dieciocho de septiembre. Escríbase, por tanto, a don Pablo Albera que no es prudente este viaje a Francia: las noticias de los periódicos aconsejan no cometer imprudencias. Si, por culpa nuestra, se tuviese el más mínimo inconveniente, se levantaría en aquellas tierras un rumor peligroso. Que ajuste don Pablo Albera lo que sea menester de cara a los ejercicios, según su leal saber y entender. Don Juan Bonetti, que está en Saint-Cyr, puede ir a confesar al menos a una de aquellas casas. Una vez amainado el temporal, irá don Miguel Rúa sin falta a Francia y arreglará todo, incluso lo del personal. Notifíquese este acuerdo a las cuatro casas de Francia y a don Juan Bonetti. No hubo más remedio que renunciar al viaje de don Miguel Rúa. En París caminaban poco a poco las cosas, y todo se encauzaba, tras muchas dificultades, hacia su arreglo definitivo. En junio había dado a conocer don Bosco su deseo de que la casa de Ménilmontant se titulase Oratorio Salesiano de San Pedro y ((**It17.609**)) San Pablo; por lo que, poco después, se celebró en ella muy solemnemente la fiesta de los dos Apóstoles con la bendición de sus estatuas, costeadas por los Condes de Cessac. La adquisición de un solar colindante importó un desembolso de cuarenta mil francos; pero aquella compra aseguraba al Oratorio una superficie edificable de mil cien metros cuadrados. El Director tuvo que sudar lo suyo para hacerse con la cantidad necesaria. De él se acordó afectuosamente el Siervo de Dios en noviembre, enviándole por San Carlos, su felicitación. Este paternal recuerdo provocó en don Carlos Bellamy una larga carta, repleta de noticias. Hablaba también al Santo de sus muchachos: <(**Es17.522**))
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