((**Es17.511**)
-Diga al Padre don Bosco que nos envíe al menos
un sacerdote y un clérigo, o como mínimo un
coadjutor; que podamos contar entre nosotros con
un hijo de San Francisco de Sales, de don Bosco,
para comenzar a hacer un poco de bien a los miles
de jovencitos que se van a perder. Jerez necesita
enormemente obreros católicos>>.
Junto a esta carta, llegaba una ferviente
invitación, escrita en latín por el padre Manuel
Cuelenos, superior de los Jesuitas, para el cual
encargó don Bosco a don Juan Bautista Lemoyne que
redactara una hermosa respuesta, firmada por él,
de la que por desgracia no hemos hallado
constancia.
Como también se deduce de este último
documento, en el ánimo de los buenos españoles se
abría camino entonces la persuasión de que, si se
querían ahorrar días tristes a la católica España,
había que tomar muy a pechos, y con amplitud de
miras, la abandonadísima educación de los hijos
del pueblo. Esto, sobre todo al difundirse la
llamada mano negra, secta anarquista que asolaba
con crímenes atroces el país, muchos señores bien
intencionados, elevándose por los efectos a la
causa, intuían que el origen de tantas calamidades
estaba en la ignorancia, en el abandono y en la
seducción de la juventud; fue por eso que personas
nobles y con recursos se reunieron en Madrid en
una comisión, presidida por el senador Silvela,
que había sido Ministro de Estado y luego
embajador en París, y, considerando que el
Gobierno se encontraba en la imposibilidad de
poner adecuado remedio, decidieron ofrecer por sí
mismos un ejemplo a la nación entera, tomando a su
cargo el compromiso de construir con sus propios
medios en la capital un Reformatorio juvenil. No
se desinteresó el Estado enteramente de ello,
puesto que una ley del día 4 de enero de 1883,
autorizaba la fundación de un gran instituto
privado con la denominación de Escuela de reforma
para jóvenes y asilo de corrección paternal y bajo
el patrocinio de Santa Rita.
Antes de poner manos a la obra, se quiso
considerar qué sistema de educación debería
adoptarse. Para ello ((**It17.596**)) el
diputado, y más tarde senador, Lastres y otro
personaje madrileño hicieron un viaje por toda
Europa, recurriendo a los diplomáticos de la
propia nación, que les presentaron a los Gobiernos
ante quienes estaban acreditados. Adonde quiera
que fueron, no les mostraron más que
correccionales de toda clase y regresaron a su
patria con la idea predominante de un tipo de
establecimientos que tenían más de cárcel que de
casas de educación. De don Bosco no oyeron hablar
en absoluto. Por tanto, una vez que tuvieran
reunidos a los jóvenes, pensaban dividirlos en
cuatro categorías: 1.¦, los abandonados; 2.¦, los
que estaban en peligro;
(**Es17.511**))
<Anterior: 17. 510><Siguiente: 17. 512>