((**Es17.507**)
y rechazó enérgicamente la propuesta del Consejero
Escolástico, porque, de tal forma, se hubiera
atraído a los Salesianos los alumnos de otros
centros de enseñanza de la ciudad, fomentando
envidias y hostilidad contra nosotros.
-Limitémonos, concluyó, sólo a los pobres. Así
el Ayuntamiento nos favorecerá siempre y nos
ayudará. Pero no nos enfrentemos con las escuelas
municipales. La iglesia puede dar lo suficiente
para vivir. El Marqués dijo que, en caso de
necesidad, no dejaría de ayudarnos. El clero nos
ve con buenos ojos y nos da limosnas. Por tanto,
no hay ningún motivo para abandonar Utrera. Que
don Ernesto Oberti tenga un poco de paciencia, y
ya proveeremos.
Don Bosco aprobó esta conclusión y todos los
presentes aceptaron sin más su parecer 1.
El Director, una vez que supo la voluntad de
don Bosco, recuperó de tal modo su optimismo que,
para el 29 de enero, no obstante la extrema
carencia de personal, pudo, mediante la ayuda de
Cooperadores y Cooperadoras, organizar una novena
de predicación y celebrar con gran solemnidad la
fiesta de San Francisco de Sales. Dio esplendor a
las ceremonias la presencia de un Cooperador
insigne, llegado de Sevilla, monseñor Marcelo
Spínola, consagrado por aquellos días Obispo de
Coria. Llegado el día antes, predicó, confesó,
pontificó, administró la confirmación y dio la
conferencia a los Cooperadores. Por la reseña
publicada en el Diario de Sevilla del 4 de
febrero, se comprueba, con grata sorpresa, la
exacta noción que él tenía de la cooperación
salesiana ((**It17.591**)) y
cuánto era el afecto que profesaba a don Bosco y a
sus instituciones. Con él, como escribía el
Director 2, los Salesianos de Utrera perdían <>.
Una prueba muy ardua, tanto más ardua por
repetida, esperaba también a aquellos Hermanos en
el verano: la reaparición del cólera. Se
denunciaron los primeros casos en Madrid el día
ocho de junio. La noticia de la peste produjo una
extraordinaria conmoción general. El contagio
comenzó en seguida a causar estragos en las
provincias de Castellón, Valencia y Murcia. El
ochenta por ciento de los afectados moría. La
nación se vio invadida por el terror. Con los
calores de julio, el mal se recrudeció hasta el
punto de que las tres provincias infectadas
ofrecían un trágico espectáculo de desolación y de
luto. Después
1 Actas de Cap. Sup., 9 de enero de 1885.
2 Carta a don Bosco, Utrera, 1 abril 1885.
(**Es17.507**))
<Anterior: 17. 506><Siguiente: 17. 508>