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vocaciones. Dijo, en la sesión capitular del día
trece de julio, que se redactase una respuesta, en
la que se preguntase también por la retribución
destinada a los Salesianos, si era individual o
colectiva. Entretanto, confió a algunos de los
miembros del Capítulo el encargo de estudiar el
proyecto y, en otoño, quiso que don Antonio Sala
fuera a informarse sobre el terreno.
Don Antonio Sala fue recibido muy bien, pero el
Alcalde y los señores de la Congregación de la
Caridad se mantuvieron intencionadamente
reservados, de suerte que no le fue posible
comprender nada en torno a la marcha del orfanato
y no logró saber ni qué comida se daba a los
asilados. El local era bellísimo, amplio y nuevo.
El señor Obispo, Della Bona, deseaba la fundación
de los Salesianos por una razón suya particular.
Entre el Ayuntamiento y la Congregación de la
Caridad existía cierto antagonismo perjudicial
para el bien común; él esperaba que los Salesianos
establecerían entre los dos entes un lazo de
unión. En la casa había veinticinco huerfanitos y
otras tantas huerfanitas. Los jefes de los
talleres actuaban como amos, ya que las ganancias
eran para ellos. Algunos de los muchachos iban a
las escuelas de la ciudad, sin que ello diese
lugar a inconvenientes; alumnos y alumnas asistían
juntos a las prácticas religiosas en la misma
capilla. El Director no parecía un hombre
capacitado. Pero todo daba a entender que en
Trento los Salesianos serían generalmente mirados
con buenos ojos.
El Alcalde hubiera deseado que se redactase en
seguida un anteproyecto de convenio; pero don
Antonio Sala prudentemente no consintió; sólo
expuso de viva voz el objeto de algunos artículos,
que presentaría después a examen al Capítulo
Superior: la cesión gratuita a los Salesianos del
palacio Crosina y Sartori, ((**It17.585**)) que
así se titulaba el edificio; traslado de las
huérfanas a otro local; reparaciones exteriores y
modificaciones con cargo al Ayuntamiento y a la
Congregación de Caridad; inventario de todos los
objetos existentes en el instituto con obligación
de devolverlos en el estado en que se encontraran
si los Salesianos tuviesen que retirarse;
obligación para los Salesianos de aceptar
únicamente veinticinco muchachos, pagando el
Municipio y la Congregación de Caridad ochenta
céntimos diarios, por cualquier otro huérfano, que
fuese recomendado por ellos; los muchachos a
aceptar no debían tener menos de diez años ni más
de doce y debían estar sanos y robustos; facultad
de los Salesianos para aceptar el número de
muchachos y con las condiciones que deseasen;
libertad del Director para dedicar al estudio o a
las artes a los muchachos que les confiasen el
Ayuntamiento o la Congregación de
(**Es17.502**))
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