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Pero los hombres buenos de Vicenza no pudieron
resignarse ni sosegarse. Presentaron una tercera
petición en 1885 y, a lo largo de aquel año, el
Capítulo Superior, presidido por don Bosco, se
ocupó del asunto hasta seis veces. Repitióse
también para Vicenza uno de los consabidos cambios
de escena.
En un principio, todo era de color de rosa:
cantidades considerables a disposición, varios
terrenos para regalar o para comprar baratos,
locales magníficos para poderlos tener a buen
precio, expectación general de los ciudadanos;
después, al pasar del dicho al hecho, abandonos y
desilusiones. Don Juan Tamietti, enviado por don
Bosco para ver cómo estaban realmente las cosas,
recibió siempre espléndidos agasajos; se encontró
con que los gastos serían en realidad mayores que
los que podía dar un cálculo superficial, pero,
considerando que algunos señores se mostraban
dispuestos a contribuir con generosidad, concluyó
que se podía aceptar a condición de que se
comenzase con el oratorio festivo y se dejase para
más adelante la fundación del colegio. Don Bosco
oyó el informe de ((**It17.581**)) su
enviado y dijo el día veintidós de junio en sesión
capitular:
-Estando las cosas como están, se puede
aceptar, porque fácilmente se podrá ir adelante
por algún tiempo con un solo sacerdote.
Pero, el trece de julio, surgió la primera
contrariedad. La hija de uno de aquellos señores,
el abogado Ruffo, que quería regalar una de sus
fincas, escribió a don Bosco una carta de
protesta, porque, estando ella en mala situación
económica y no sabiendo cómo sufragar los gastos
para la instrucción de sus hijos, no podía tolerar
que se mermara de este modo el patrimonio paterno.
En realidad, su padre estaba encolerizado con ella
y no se cuidaba de sus necesidades, porque había
contraído matrimonio contra su voluntad con un
hombre no acomodado; sin embargo, don Bosco mandó
escribirle que estuviese tranquila, porque no se
había determinado nada y jamás se haría algo que
pudiere perjudicarla.
Entre julio y octubre, hubo otras combinaciones
sobre el local, otras promesas de donativos de
dinero, otra discusión en la sesión capitular del
veintidós de septiembre por la tarde. Preguntado
don Bosco por don Miguel Rúa qué pensaba de todo
ello, contestó:
-Ya hay demasiada carne en el asador. Sin
embargo, estoy dispuesto a aprobar lo que el
Capítulo decida.
Don Celestino Durando recordó, en apoyo de este
parecer, que san Ignacio comenzó a abrir con
excesivo apresuramiento sus casas, y después cerró
quince de golpe para consolidar su Compañía. Don
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