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del Senador, calificándose de <>. El Santo demoró la
respuesta, y, después, emprendió el viaje a
Francia. En Vicenza estaban impacientes. El, por
fin, apremiado por nuevas cartas, tan pronto como
pudo después del regreso, respondió en estos
términos:
Ilmo. señor Presidente:
He recibido, por medio del reverendo Pedro
Pozzán, ferviente defensor de las causas buenas,
la carta de V. S. fechada el día cuatro de los
corrientes junto con la súplica firmada por un
buen número de personas distinguidas de todas las
clases sociales de la población de Vicenza, con S.
E. Rvma. el Señor Obispo a la cabeza.
Todos piden la gracia de una Casa de Salesianos
en esta ilustre ciudad para cuidarse de los
jovencitos en peligro. Ya conocía la benevolencia
de los Cooperadores Salesianos y de los miembros
de la benemérita Sociedad de San Vicente de Paúl
con la humilde Sociedad de San Francisco de Sales;
y, si hubiese tenido todavía alguna duda, este
último acto de confianza me la hubiera disipado
del todo.
Con el vivo deseo de corresponder a esta
confianza, se hizo tema de atenta discusión su
amable petición y todos, de común acuerdo, hemos
examinado si estábamos en condiciones de
satisfacerla; pero, con mi gran sentimiento, debo
comunicarle que hemos tenido que concluir con la
negativa, no por falta de buena voluntad, ni
tampoco por las condiciones propuestas, sino por
carencia de personal. El reclutamiento militar,
que nos quita cada año de quince a veinte maestros
y jefes de taller, los compromisos ya contraídos
para abrir casas en diversos lugares, la necesidad
de enviar ayuda a los misioneros de Patagonia y de
Brasil, nos merman el personal de tal manera que
nos es imposible comprometernos para nuevas
fundaciones.
((**It17.580**)) Siento
todavía que no hayamos podido entendernos hace
años, cuando disponíamos de personal para la
dirección del orfanato; pero hemos de confiar en
la divina Providencia, que entonces parecía querer
abrir el camino para la vida de los Salesianos en
esa tierra, quiera volver a abrírselo en otra
ocasión y darnos los medios para cumplir el común
deseo.
Sin embargo, como no podemos saber cuándo
podremos estar en condiciones de dar a este
propósito una respuesta afirmativa, yo sería del
parecer de que V. S. Ilma. exhortase a los
miembros de la Sociedad de San Vicente para que
lograsen lo antes posible su laudable finalidad,
del bienestar religioso y moral de tanta juventud,
con otro medio, que su industriosa caridad les
sugiera.
Mientras tanto, al dar las gracias a V. S. y
por su medio a los miembros de la Sociedad de San
Vicente y también a todos cuantos firman la atenta
súplica, pido a Dios que bendiga sus caritativos
esfuerzos en favor de la juventud pobre, les haga
recoger centuplicado el fruto de sus trabajos y
prepare a cada uno en el cielo una espléndida y
gloriosa corona.
Encomendándome, al mismo tiempo, junto con mis
muchachos, a la caridad de sus oraciones le saludo
respetuosamente y celebro poderme profesar con mi
mayor aprecio, de V. S. Ilma.
Turín, 20 de junio de 1883
Su seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
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