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pueblo de la Romaña, en lugar de alterarse,
parecía alegrarse por ello y no hacía más que
repetir:
-íOh, cuánto bien se hace en esta ciudad!
íCuánto bien!...
Tampoco don Bosco se asustó al enterarse de
estos desmanes. En efecto, en la sesión capitular
del día veintinueve de mayo, al presentar don
Antonio Sala un plano de las obras a realizar
((**It17.568**)) para
convertir en colegio la casa de Faenza y temiendo
algunos de los presentes que, una vez terminadas
las obras, las sectas echarían a los Salesianos,
habló don Bosco en estos términos:
-Los muchachos recogidos serán nuestra defensa.
Además, los tiempos están en manos de Dios, lo
mismo que los cambios políticos y la gente del
país. Las amenazas no vienen de las autoridades,
las cuales nos defienden. No hemos de temer a la
plebe, puede que sea prudente acariciarla.
Mientras tanto, hágase ver al pueblo que se pone
manos a alguna obra y que se comienza la
instalación de algún taller de aprendizaje; pero
poco a poco.
Haciéndose las cosas lentamente, se daba tiempo
a la beneficencia para prestar ayuda. Por
consiguiente, por entonces, se determinó hacer
sólo lo necesario para la conservación de los
locales, sin amontonar gastos y más gastos.
Planteada, después, la cuestión de si había que
pedir permiso o no al Gobierno para abrir el
hospicio y recordada la denegación de la
autorización para abrir escuelas externas, el
Santo manifestó su pensamiento en estos términos:
-Mi opinión es que conviene pedir este permiso,
pero sin que aparezca la palabra internado.
Diríjase el Director al subgobernador y dígale que
hay muchachos muy pobres y desamparados, que piden
ser recogidos; que en otras partes no se
acostumbra pedir semejante permiso, pero que
nosotros lo hacemos por deferencia a la Autoridad;
que se acabaría por tener que entregar estos
muchachos a la policía con lo que, en definitiva,
serían mantenidos a expensas del Estado en algún
reformatorio... Conclúyase diciendo que nosotros,
sin embargo, nos remitimos al sabio parecer del
subgobernador...
En otra circunstancia, expresó don Bosco su
sentir sobre la casa de Faenza. Fue cuando el
director don Juan Bautista Rinaldi acudió a Turín
para la fiesta onomástica del Santo. En aquella
ocasión, le dijo para animarle 1:
-María Auxiliadora os ayudará. Seguid adelante,
como si nada hubiese ocurrido. La mayor batalla la
tenemos hoy en América y en
1 Las palabras de don Miguel Rúa, que acabamos
de referir, y éstas de don Bosco las registra
monseñor Taroni en su crónica.
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