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((**Es17.478**) trabajad mucho por el Señor y todas con buena voluntad. íOh, no perdáis tiempo, haced el bien, haced mucho bien y nunca os arrepentiréis de haberlo hecho! >>Queréis otro? íLa observancia de la santa regla! íPracticad vuestra Regla! Y os repito que nunca os arrepentiréis. Mirad, queridas hijas, nuestras reglas son infalibles y nos proporcionan mucha ganancia, pero la más importante de todas es la segura salvación de nuestra alma. No os sorprenda la palabra infalible, porque estando nuestras reglas aprobadas por el Romano Pontífice, que es infalible, cada artículo de las reglas aprobado por El, es infalible. Leedlas, meditadlas, procurad entenderlas bien y practicarlas; y haced esto especialmente si sois Directoras o Maestras o si tenéis alguna obligación con la gente de la calle. íYo rezaré siempre por vosotras! En la santa misa hago cada día una oración especial por vosotras, porque siento que sois mis queridas hijas en el Señor; pero vosotras esforzaos por practicar vuestras reglas. Su observancia os dará tranquilidad en la vida y felicidad en la eternidad; consolará a vuestras Superioras y será una gran satisfacción para vuestro pobre don Bosco. Cuando se sabe que se practican las reglas en todas las casas, entonces se puede vivir tranquilos y plenamente satisfechos. Don Bosco, como sabéis, no puede estar siempre aquí con vosotras; pero, no lo olvidéis, os acompaña continuamente y en todas partes con la oración; y, cuando practicáis vuestras reglas, contentáis y seguís la voluntad de Dios y la de don Bosco. Estad alegres, queridas hijas mías, sanas y santas y estad constantemente de acuerdo entre vosotras. Y aquí necesitaría volver a empezar otra plática, pero estoy cansado y es preciso que os contentéis con este poco. Cuando escribáis a vuestros padres, saludadlos a todos de mi parte y decidles que don Bosco reza siempre y, de una manera especial, por ellos, para que el Señor los bendiga, dé prosperidad a sus intereses y se salven, a fin de que puedan ver en el cielo a las hijas que han regalado a mi Congregación, tan querida por Jesús y por María como la de los Salesianos. Todo esto sea para gloria de Dios y sirva también para nuestra eterna salvación. íRezad por vuestro don Bosco, por el Papa y por la Iglesia! Ahora recibid mi bendición y la de María Auxiliadora; os la doy para que podáis mantener las promesas que habéis hecho en estos días de los santos ejercicios espirituales. Después de la función, mientras atravesaba el pasillo que iba de la iglesia al apartamiento de los Salesianos, un grupo de hermanas lo rodeó. El, mirándolas con bondad y posando la mirada especialmente en una de ellas, agitada por ciertas ((**It17.557**)) luchas interiores, dijo con acento inspirado: -íHagámonos santos, si queremos que el mundo hable de nosotros! El sentido era claro; lejos de nosotros las veleidades de la vanagloria, la única gloria verdadera es la que procede de la santidad. Antes de seguir su camino y retirarse, condescendió a las instancias de quien le suplicaba dirigiera una palabra especial a las Capitulares; así que, con don Juan Bonetti a su lado, entró en el locutorio, donde las Madres aguardaban ansiosas aquella gracia especialísima, y les dijo: (**Es17.478**))
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