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trabajad mucho por el Señor y todas con buena
voluntad. íOh, no perdáis tiempo, haced el bien,
haced mucho bien y nunca os arrepentiréis de
haberlo hecho!
>>Queréis otro? íLa observancia de la santa
regla! íPracticad vuestra Regla! Y os repito que
nunca os arrepentiréis. Mirad, queridas hijas,
nuestras reglas son infalibles y nos proporcionan
mucha ganancia, pero la más importante de todas es
la segura salvación de nuestra alma. No os
sorprenda la palabra infalible, porque estando
nuestras reglas aprobadas por el Romano Pontífice,
que es infalible, cada artículo de las reglas
aprobado por El, es infalible. Leedlas,
meditadlas, procurad entenderlas bien y
practicarlas; y haced esto especialmente si sois
Directoras o Maestras o si tenéis alguna
obligación con la gente de la calle.
íYo rezaré siempre por vosotras! En la santa
misa hago cada día una oración especial por
vosotras, porque siento que sois mis queridas
hijas en el Señor; pero vosotras esforzaos por
practicar vuestras reglas. Su observancia os dará
tranquilidad en la vida y felicidad en la
eternidad; consolará a vuestras Superioras y será
una gran satisfacción para vuestro pobre don
Bosco. Cuando se sabe que se practican las reglas
en todas las casas, entonces se puede vivir
tranquilos y plenamente satisfechos. Don Bosco,
como sabéis, no puede estar siempre aquí con
vosotras; pero, no lo olvidéis, os acompaña
continuamente y en todas partes con la oración; y,
cuando practicáis vuestras reglas, contentáis y
seguís la voluntad de Dios y la de don Bosco.
Estad alegres, queridas hijas mías, sanas y
santas y estad constantemente de acuerdo entre
vosotras. Y aquí necesitaría volver a empezar otra
plática, pero estoy cansado y es preciso que os
contentéis con este poco.
Cuando escribáis a vuestros padres, saludadlos
a todos de mi parte y decidles que don Bosco reza
siempre y, de una manera especial, por ellos, para
que el Señor los bendiga, dé prosperidad a sus
intereses y se salven, a fin de que puedan ver en
el cielo a las hijas que han regalado a mi
Congregación, tan querida por Jesús y por María
como la de los Salesianos.
Todo esto sea para gloria de Dios y sirva
también para nuestra eterna salvación. íRezad por
vuestro don Bosco, por el Papa y por la Iglesia!
Ahora recibid mi bendición y la de María
Auxiliadora; os la doy para que podáis mantener
las promesas que habéis hecho en estos días de los
santos ejercicios espirituales.
Después de la función, mientras atravesaba el
pasillo que iba de la iglesia al apartamiento de
los Salesianos, un grupo de hermanas lo rodeó. El,
mirándolas con bondad y posando la mirada
especialmente en una de ellas, agitada por ciertas
((**It17.557**)) luchas
interiores, dijo con acento inspirado:
-íHagámonos santos, si queremos que el mundo
hable de nosotros!
El sentido era claro; lejos de nosotros las
veleidades de la vanagloria, la única gloria
verdadera es la que procede de la santidad.
Antes de seguir su camino y retirarse,
condescendió a las instancias de quien le
suplicaba dirigiera una palabra especial a las
Capitulares; así que, con don Juan Bonetti a su
lado, entró en el locutorio, donde las Madres
aguardaban ansiosas aquella gracia especialísima,
y les dijo:
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