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Sonrió don Bosco y las hermanas, recobrándose,
rieron con todas sus ganas, dichosas por haberle
encontrado de tan buen humor.
Salió, pues, de Mathi el día veintidós por la
mañana con don Luis Bussi y los clérigos Viglietti
y Festa y llegó a Nizza hacia el mediodía.
Al día siguiente, celebró la misa de comunidad,
pero sólo dio la comunión a las Madres y a unas
pocas más. Después asistió a la ceremonia de la
toma de hábito y de la profesión. ((**It17.555**)) Pero
parecía agotado. Para subir a la pequeña tribuna,
desde donde hablaban los predicadores, tuvo que
ser llevado casi en volandas por los sacerdotes
que le acompañaban. Ante aquella escena, muchas
lloraban. El también estaba emocionado, tanto que
tardó un rato en recobrarse y tomar la palabra.
Habló en estos términos:
Veo que estáis en la flor de la edad y deseo
que lleguéis a viejas, mas sin las molestias de la
vejez. Siempre creí que se podía llegar a viejo,
sin tener tantos achaques; pero se comprende
demasiado bien que esta edad es inseparable de
ellos; pasan los años y vienen los achaques de la
vejez; tomémoslos como nuestra cruz.
Esta mañana he tenido la dicha de repartir
cruces y habría deseado repartir muchas más; pero
algunas ya la tienen y otras la recibirán más
tarde. Os recomiendo que todas queráis llevarla a
gusto, y no queráis llevar la cruz que nosotros
queremos, sino la que quiere la santa voluntad de
Dios; y que la llevéis con alegría, pensando que,
así como pasan los años, así pasa también la cruz;
digamos por tanto: íOh, cruz bendita, ahora pesas
un poco, pero este tiempo será breve y esta cruz
será la que nos hará ganar una corona de rosas
para la eternidad! Tened esto bien grabado en la
mente y en el corazón y repetid a menudo con san
Agustín: <<íOh, cruz santa! Haz norabuena que yo
sude para llevarte en la tierra, con tal que,
después del sufrimiento de la cruz, venga la
gloria>>. Sí, hijas mías, llevemos con amor la
cruz y no la carguemos sobre otros, antes al
contrario, ayudémosles a llevar la suya. Decíos a
vosotras mismas: Es verdad, seré cruz para los
demás como ellos lo son a menudo para mí; pero yo
quiero llevar mi cruz y no quiero ser cruz de los
demás. Y notad bien que, al decir cruz, no
entiendo hablar únicamente de la crucecita que he
repartido esta mañana; sino que entiendo hablar
cabalmente de la cruz que manda el Señor y que,
generalmente, contraría nuestra voluntad y nunca
falta en esta vida, especialmente a vosotras,
maestras y Directoras, que os ocupáis también de
la salvación de los otros. Esta tribulación, este
trabajo, esta enfermedad, que, aunque ligera es
siempre una cruz, quiero llevarla alegremente y
con gusto porque es precisamente la cruz que Dios
me manda.
A veces se trabaja mucho y se contenta poco a
los demás; pero trabajad siempre por la gloria de
Dios y llevad siempre bien vuestra cruz, porque
así agrada al Señor. Es verdad, habrá espinas,
pero espinas que se transformarán después en
flores, que durarán por toda la eternidad.
Algunas diréis: -íDon Bosco, déjenos un
recuerdo! ->>Qué recuerdo puedo dejaros? Helo
aquí; os dejaré uno que podría ser el último que
os doy; puede ser que volvamos a vernos todavía;
pero, ya lo veis, soy viejo, soy mortal como todos
y, ((**It17.556**)) por
consiguiente, no puedo durar mucho. Os dejaré,
pues, un recuerdo que nunca os arrepentiréis de
haberlo practicado. Haced el bien, haced obras
buenas; trabajad,
(**Es17.477**))
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