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que le había hecho una guerra encarnizada.
Monseñor Leto fue en seguida a visitarlo.
Este rasgo de humilde caridad conquistó a aquel
eclesiástico, el cual en presencia de un
confidente suyo, que nos contó el hecho, no se
contuvo y exclamó:
-íHemos perdido a un Obispo santo!
VALSALICE
Don Bosco estuvo en Valsálice veintitrés días
seguidos, del cinco al veintiocho de septiembre.
Desde el principio, notó una mejoría en la salud,
que aumentaba gradualmente, al extremo de que,
durante una tanda de ejercicios, pudo hablar con
los Hermanos y al final celebrar él mismo la
clausura con una breve exhortación. En ésta contó
conmovido la visita del emperador Otón a san Nilo
y, después de un oportuno comentario, acabó
diciendo con lágrimas en los ojos:
-No os pido a vosotros más que salvéis vuestra
alma.
Allí presidió hasta quince sesiones
capitulares. En días señalados trasladábanse los
Superiores y tenían una sesión por la mañana y
otra por la tarde, salvo el día veinticuatro de
septiembre, en que se reunieron una sola vez. Don
Bosco llamaba también a las sesiones a Hermanos no
capitulares; así leemos una y más veces en las
actas los nombres de don Julio Barberis, don
Francisco Dalmazzo, don Pablo Albera, don Juan
Bautista Francesia, don Francisco Cerruti, don
Juan Branda, don Pedro Pozzan; este último
((**It17.552**)) tenía
que dar, como veremos, un informe sobre una
fundación propuesta por los Cooperadores de
Vicenza. El Santo tomaba parte en las discusiones,
dejando, como siempre, a todos libertad para
manifestar y defender su propio parecer, aunque no
estuviera de acuerdo con el suyo.
Subió dos veces a Valsálice en aquellas semanas
el cardenal Alimonda, acompañado por el teólogo
Margotti y otros destacados eclesiásticos
turineses, para conferenciar con don Bosco acerca
de los asuntos de la iglesia del Sagrado Corazón
1. La segunda vez, Su Eminencia y los acompañantes
se quedaron a comer. Estaban todos asombrados y
gozaban al ver con qué familiaridad trataba al
Siervo de Dios, el cual paseaba después a su lado
bajo los pórticos e iba del brazo con él casi
amistosamente. El magnánimo Cardenal sostenía
1 Véase el capítulo anterior.
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