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((**Es17.473**) Fue a San Juan, y tan pronto como se encontró con el Director, don Juan Marenco, le dijo: -Vengo para que me cuente entre sus hijos y sea mi padre. -Monseñor, contestóle don Juan Marenco, yo y todos los míos seremos sus hijos, usted es aquí el padre y el amo. Todos los superiores y los alumnos le habían recibido de rodillas. Monseñor estaba emocionado. Don Juan Marenco le acompañó al mejor aposento de la casa, que don Antonio Sala, por orden de don Bosco, había amueblado con buen gusto. Constaba de una amplia sala para visitas 1, y varias habitaciones. Después le presentó un sacerdote y un joven elegantemente vestido, para servirle de secretario y de camarero respectivamente 2. -Por lo demás, añadió don Juan Marenco, todos los muchachos de la casa están a su servicio. En la misa y en todas las funciones se le daba el tratamiento correspondiente a un Obispo. Y como él declarara, desde la primera mañana, que estaba dispuesto a celebrar privadamente y sin asistencia, contestó el Director: ->>Qué dice, Excelencia? Hágase cuenta de que está en su Palacio episcopal. Esta es la intención de don Bosco y nosotros somos muy felices de compartir con su Excelencia nuestra vivienda. Monseñor no tenía palabras para expresar su gratitud. Recobró el apetito, volvió a su jovialidad y se sentía feliz. Don José Lazzero, en julio de 1886, escribía sobre él a monseñor Cagliero: <<íPobrecito! Se creía que, al retirarse de este modo, iba a ser olvidado por todos y se disponía a una vida triste y melancólica; mas, al verse invitado a cada paso para alguna función, se siente aliviado, está contento y expresa su alegría con efusión de corazón ((**It17.551**)) y exclama: >>-Doy gracias con toda mi alma a don Bosco. No podía encontrar mejor suerte>>. Al leer con cierta frecuencia su nombre en el Boletín y en los periódicos, obispos y párrocos no experimentaban esa especie de vacilación, que fácilmente nos tiene alejados de quien se supone caído en desgracia; por lo cual, iban a menudo a visitarlo y, al ver cómo lo trataba don Bosco, colmaban de elogios la bondad del Santo. Pero su altura moral brilló especialmente cuando supo que se encontraba en Turín para una cura de los ojos su principal adversario, un canónigo 1 Esta sala ha desaparecido para convertirla en habitaciones. 2 Era el hijo de María Cardano, que llegó a ser más tarde Inspector de las casas salesianas de Palestina. (**Es17.473**))
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