Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es17.472**) ->>Dónde se le podría alojar?, preguntó don Celestino Durando. Aquí en el Oratorio no sería posible. -En San Juan, contestó don Bosco. Allí se le podría preparar un apartamiento de acuerdo con la condición de un Prelado. ((**It17.549**)) Escríbele tú, Durando, en seguida e invítale en mi nombre a que acepte nuestro ofrecimiento. Pero hubo quien presentó dos sabias consideraciones. Dos canónigos de la Catedral de Biella habían estado en el Oratorio para pedir a don Bosco que apoyara su causa contra el Obispo ante la Sagrada Congregación. Naturalmente don Bosco se había negado. Ahora bien, el ofrecimiento de la casa de San Juan a monseñor Leto, >>no sería como un bofetón para aquel Cabildo y no parecería que era entremeterse en tan espinosa cuestión, excitando temibles adversarios contra los Salesianos? Además, una invitación, aunque fuera gratuita, creaba obligaciones, si era aceptada; una persona invitada en la propia casa adquiere el derecho a ser tratada como lo pide su dignidad y, por mucho que se haga, nunca se hace demasiado. >>No sería, pues, mejor aguardar a que tal vez monseñor Leto pidiera ir a vivir con don Bosco? Entonces no habría que temer protestas, como si se hubiese querido condenar la conducta de sus adversarios, y los miramientos que con él se tuviesen le resultarían siempre más agradables. Oídas estas observaciones, don Bosco reflexionó un rato y después dijo: -Bueno, sea; no se escriba la carta; nos guiaremos por los acontecimientos que tengan lugar. Mientras tanto la Santa Sede nombró Obispo de Biella a monseñor Cumino, con lo que monseñor Leto tenía que dejar la diócesis. Este había determinado a última hora retirarse con el abad Faá de Bruno; pero el Papa encargó al cardenal Alimonda que le buscara una residencia en una casa religiosa. El Cardenal pasó aviso a don Bosco, proponiéndole también que lo recibiera en la iglesia de San Juan Evangelista. Don Bosco asintió inmediatamente, de suerte que monseñor Leto vio cumplido su primer deseo de modo providencial. El buen Obispo llegó a Turín y fue a comer al Oratorio. Parecía profundamente abatido, como quien se siente sometido a un duro castigo. Habló poco y comió poquísimo. Después de la comida, fue a la habitación de don Bosco y allí, ((**It17.550**)) de rodillas a sus pies le pidió la bendición. Don Bosco no quería; pero tanto se lo pidió que, al fin, lo bendijo. Después le puso la mano sobre la cabeza. En aquel instante desapareció el dolor, que hacía meses lo atormentaba, y ya no lo volvió a sentir. (**Es17.472**))
<Anterior: 17. 471><Siguiente: 17. 473>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com