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SAN JUAN EVANGELISTA
La salud de los Hijos de María, que se habían
instalado en San Juan Evangelista en otoño de
1884, no era tan buena como en Mathi y en
Sampierdarena; don Bosco estaba preocupado por
ello. En la sesión capitular del día diez de julio
llamó la atención de los Capitulares sobre el
particular, diciendo:
-Son ya bastantes los Hijos de María que han
vuelto a sus pueblos por enfermedad. >>Será debido
a los aires o a la humedad del local nuevo? >>Será
por estudiar demasiado o por las otras
ocupaciones? Conviene que don Miguel Rúa invite a
nuestro médico, el doctor Albertotti, al médico de
aquella casa y al doctor Fissore a que hagan una
visita sanitaria y comuniquen después el
resultado. También es digno de atención que
aquella casa ofrece dificultades con respecto a la
modestia por causa de las ventanas.
Sin aguardar el parecer de los médicos, se
juzgó que podían contarse, entre las causas del
malestar: la mala distribución de las ocupaciones,
el bajar sudados a los sótanos donde estaban el
comedor y la capilla, el ponerse a trabajar
demasiado pronto después de la comida, el afán por
los estudios, el cambio total del género de vida,
pues había de resultar duro para jóvenes,
acostumbrados en su mayoría a las faenas del
campo, el vivir encerrados entre cuatro paredes.
Los tres médicos, después de examinar las
condiciones higiénicas del ambiente, sugirieron
remedios de fácil aplicación, excluyendo el
traslado de la sede; puesto que incluso habíase
discutido la idea de adquirir en Cirié un edificio
capaz para este traslado eventual. ((**It17.546**))
Efectivamente todo se redujo a modificar el
régimen o dieta, y ello bastó para que ya no se
repitieran los inconvenientes que se lamentaban.
Esta paternal solicitud arroja nueva luz sobre
la gran importancia que don Bosco seguía dando a
sus Hijos de María; es más, en aquella misma
sesión capitular confirmó su manera de ver,
observando:
-La mayoría de los Hijos de María se quedan con
nosotros y tenemos muchas ventajas cuidándolos.
Ante todo, no chocamos con los Obispos, que
generalmente no se preocupan de ellos por miedo a
su conducta y prefieren a los jovencitos; después,
los padres se oponen menos a su vocación y ellos
mismos tienen pocos proyectos en la cabeza,
mientras que, en los jovencitos, la fantasía forja
mil esperanzas; en fin, las autoridades
escolásticas no se entremeten tanto y no recelan
de escuelas de este tipo.
Volvió a hablar de esta su querida Obra en la
reunión del día diecisiete de septiembre,
desarrollando otro aspecto de su pensamiento:
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